Amistad novocentista
Señora Sin demasiado ardor, y a la vez inflamando la rosa, que cruel o desgarrada y distendida, incluso el blanco vestido de púrpura desata, para en su carne oír llorar al diamante. Si, sin esas crisis de rocío y gentileza, ni brisa alguna hay en el cielo tormentoso que pasa; celosa de no aportar, yo no se qué espacio al simple día, el día del sentimiento más auténtico. No te parece, digamos, que cada año sobre tu frente renace la gracia espontánea, suficiente según qué apariencia, y para mi. Como un fresco abanico en la cama se estremece, al reavivar si es preciso aquí la emoción: toda nuestra nativa amistad monótona. Stephanne Mallarmé (1842,1898) Trad. Juan M. Pueyo