Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como cementerio marino

Cementerio marino V. Punto final

Imagen
Se refiere a la paradoja de Zenón sobre el movimiento y el infinito, cuando utilizó la metáfora de Aquiles y la tortuga para explicarla, y a la que alude la primera estrofa.      Cementerio marino           (últimas estrofas)                        XXI Zenón...cruel Zenón...Zenón de Elea. Me ha traspasado tu flecha alada, que vibra volando, y que no vuela nunca, su sonido me enerva, y la flecha me mata. Ah, el sol... cuya sombra de tortuga para el alma, Aquiles inmóvil a gran paso.                        XXII No, no...en pie. En la era sucesiva rompa mi cuerpo esta forma de pensamiento. Beba mi seno el nacimiento del viento. Un frescor por el mar exhalado llega a mi alma...Oh, poder salitroso, aprestémonos hacia la onda en la gozosa resurrección.                        XXIII Si, gran mar provisor de delirios, piel de pantera y clámide turbulenta de miles y miles de ídolos del sol; hidra absoluta, ebria de carne azul, que te mordisqueas la centelleante

Cementerio marino IV

Imagen
Les demoiselles de Avignon     Cementerio marino       (continuación)                   XVI Gritos afilados de muchachas alborozadas; los ojos, los dientes, los párpados mojados, el pecho encantador que juega con fuego, la sangre que brilla en los labios rendidos, los últimos dones, los dedos que los defienden, todo termina bajo tierra y retorna al juego.                   XVII Y tu, gran alma, esperas un sueño que no tendrá estos colores del engaño, que a los ojos deslumbrados muestran la onda y el oro. ¿Cantarás cuando seas etérea?. ¡Vamos! Todo huye. Mi presencia es porosa, la santa impaciencia muere también.                    XVIII Escuálida inmortalidad negra y dorada, consolación afrentosamente laureada que de la muerte haces un seno maternal; bello embuste y ardid piadoso. Quién no conoce y quién no rechaza ese cráneo vacío y esa risa sempiterna.                    XIX Padres profundos, cabezas deshabitadas, que bajo el peso de tantas pale

Cementerio marino III

Imagen
     Cementerio marino        (continuación)                  XI Perro espléndido, aparta al idólatra cuando en soledad con sonrisa de pastor apaciento por mucho tiempo corderos misteriosos; blanco rebaño de mis tranquilas tumbas aléjame las prudentes palomas, los sueños vanos, los ángeles curiosos.                  XII El porvenir aquí sólo es pereza. El insecto limpio horada la sequedad: todo está quemado, deshecho, y asciende hacia el aire no sé yo qué severa esencia. La vida es vasta estando ebria de ausencia, y la amargura es dulce y el espíritu claro.                 XIII Los muertos ocultos están bien bajo esta tierra, que los recalienta y les seca su misterio. En lo alto un mediodía sin movimiento en sí se afirma y se reconviene a si mismo... Cabeza rotunda y diadema perfecta, yo soy en tí el cambio secreto.                 XIV No me tienes a mi nada más que para contener tus temores. Y mis apuros, mis dudas, mis contricciones son el defecto

Cementerio marino II

Imagen
           Cementerio marino                      (continuación)                              VI Cielo hermoso, cielo verdadero, mírame que yo cambio después de tanto orgullo, después de tan extraña ociosidad aún plena de poderío me abandono a ese brillante espacio. Sobre las casas de los muertos mi sombra pasa; me aprisiona en su blanco vaivén.                                VII El alma expuesta a las antorchas del solsticio. Yo te sostengo, admirable Justicia, de la luz a las armas sin piedad. Yo te devuelvo pura a tu lugar primario. ¡Mírate!...aunque sustraer la luz, suponga a la sombra una áspera mitad.                                VIII Oh, para mi sólo, en mi sólo, en mi mismo junto al corazón y la fuente misma del poema, entre el vacío y el suceso puro espero el eco de mi grandeza interior. Amarga, sombría y sonora cisterna suena en el alma un hueco siempre futuro.                                 IX Sabes tú, falso cautivo de los follajes, gol

Cementerio marino I

Imagen
             Cementerio marino                                                          I Este tejado tranquilo adonde van las palomas; entre los pinos palpita el Mediodía, entre las tumbas, justo allí vestido de fuego. El mar, el mar, siempre volviendo a empezar... o la recompensa después de un pensamiento: una larga mirada sobre la calma de los dioses.                               II Qué puro trabajo de fino resplandor consume tantos diamantes en la imperceptible espuma, y qué paz parece concebirse, cuando sobre el abismo el sol reposa. Obras puras de una causa eterna: el Tiempo centellea, y el Sueño es saber.                              III Estable tesoro, simple templo a Minerva. Masa de calma y visible reserva, agua parpadeante, ojo que guardas en ti tanto sueño bajo un velo de llamas. Oh mi silencio...edificio en el alma, pero coronado de oro las mil tejas, Tejado.                             IV Templo del Tiempo que un suspiro cifra; a ese pun