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El ego supremo y la ciencia

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El Yo adorable  (Anti-Pascal) Era un terrible incrédulo. No creía absolutamente en nada salvo en su propio Yo, y en las formas construidas por la mano del hombre. Filosofaba en la madrugada, bien despierto a la luz del intelecto. Sus negaciones adquirían fuerza de inconmovible pesadumbre: dogmas; dogmas propios de incrédulo infalible. Creía en la escritura, en sus palabras de madrugada frente a frente con el Ídolo, con su Soledad, con su Dios, su Yo, Yo, Yo. Paul Valery (1871-1915)

El Guillén fisgón y poético a propósito de la infamia de Sánchez Dragó con sus zorritas japonesas

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Susana y los viejos Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes, se deslizan, escrutan; y apartando la rama alargan sus miradas hasta el lugar del drama: el choque de un desnudo con los sueños de antes. A solas y soñando, ya han sido los amantes posibles inminentes en visión de la dama. Tal desnudez real ahora los inflama, que los viejos se asoman, tímidos estudiantes. ¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial. En su carne se sienten, se afirman juveniles, porque lo son. Susana surge ante su deseo, que conserva un impulso cándido de caudal. Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles. -Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo! Jorge Guillen (1893-1984)

Una vida corta y un gran legado

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La muerte de Lérmontov A los veintisiete años Un orgulloso húsar de la Guardia de Su Majestad Imperial Puede cometer la estupidez más solemne Por un quítame allá esas pajas, y morir por ello. También puede proclamar su lealtad a Pushkin, Ante el conflicto que padece la gloria nacional. Puede aceptar por ello el destierro con gallardía,              Entrar en el paisaje y el alma rusa a su antojo,                            Y templarlos hasta el infinito con su bellísima escritura, Para ser un héroe de nuestro tiempo  Ahora, En este siglo veintiuno, Como lo fue en el anterior y el de más allá.                                                                           Como lo será en el venidero. Y así el húsar venció a la Muerte. Juan M. Pueyo (Esplús, 1953)

Un angel tocado por el malditismo

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Hay restos de mi figura y ladra un perro Hay restos de mi figura y ladra un perro. Me estremece el espejo: la persona, la máscara es ya máscara de nada. Como un yelmo en la noche antigua, como una armadura sin nadie. Así es mi yo, un andrajo al que viste un nombre. Dime ahora, payo, al que llaman España, si ha valido la pena destruirme, bañando con tu inmundo esperma mi figura. Tus ángeles orinan sobre mí. San Pedro y San Rafael en una esquina comentan, mientras avanzo borracho sobre esa piedra, payo, que llaman España. Leopoldo Maria Panero (Madrid, 1948)

Una pequeña parte de la gran novela norteamericana de Mr. Lou Reed

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Mi amigo Jorge Leí en el periódico algo acerca de un hombre muerto con una espada, y eso me hizo pensar en mi amigo Jorge. La gente decía que el hombre era de unos cinco pies seis libras, como Jorge con su bastón de matar. Hey, hermano, qué es lo que se decía acerca de mi amigo Jorge... (estribillo) Yo conocía a Jorge desde los ochos años, y siempre pensé, que fue alguien grande; y cualquier cosa que Jorge hiciese, yo podía hacerla también. Jorge amaba la música, y le gustaba la bronca. Trabajaba cada noche en un gimnasio del centro de la ciudad; cuando terminaba su trabajo, nos poníamos cachondos, y me la empinaba. Después separábamos nuestros labios. Era sólo pura diversión. La siguiente cosa que oí de Jorge, es que tenía ese bastón, y que lo estaba usando, para algo más que dar golpes. Luego lo vi tirado en el bar de Smalley. Estaba con los cables cruzados. Traté de calmarlo. Me vengo de ti mismo, me dijo. Me vengo de ti mismo por humanidad. Me vengo de

Mr. Cohen, la voz judía herida

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Leonard Cohen Goebbels abandona su novela y se afilia al partido Su último poema de amor              se rompió en la bahía, donde rubios personajes blasfemaban, cargando chatarra              en oxidados submarinos. Al sol se sintió sorprendido              al notarse tan carente de deseos como una rueda. Más simple que el dinero se sentó sobre un poco de sal derramada, y se preguntó si volvería a encontrar alguna vez las cicatrices de las farolas úlceras de verja de hierro forjado. Recordaba perfectamente cómo dispuso               el ataque cardíaco de su padre, y cómo dejó a su madre en un pozo con la memoria en blanco por la pérdida de culpabilidad. Precisión bajo el sol: los elevadores               las piezas de hierro dispersaron a cualquiera de vosotros, cuyo dolor hubiera dejado igual que un silbato, que dispersa a un equipo de hombres sudorosos. Preparado para unirse al mundo; sí, sí, dispuesto a casarse, convencido que el dolor es cuest

Tagore, la sofisticación bengalí

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Escuela de Santinikethan, creada por Tagore El último trato Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,   cuando espada en mano llegó el Rey en su carroza.   "¡Me vendo!", grité. El Rey me cogió de la mano y me dijo:   "Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío,   y se volvió sin mí en su carroza. Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía,   y yo vagaba por el callejón retorcido  , cuando un viejo cargado con un saco de oro salió a mi encuentro.   Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."    Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda, y me fui. Anochecía, y el seto del jardín estaba todo en flor.   Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:   "Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció,   y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra. El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.   Un niño est