La prosa poética de Turgueniev

Puerto de Hamburgo
Puerto de Hamburgo

En la mar

Iba desde Hamburgo a Londres en un pequeño vapor. Éramos dos
pasajeros: yo y una hembra de mono, como esas que un comerciante de Hamburgo
suele regalar a su pareja inglesa.
Ella estaba atada con una cadena a uno de los asientos en la cubierta, se movía con inquietud,
y gemía quejumbrosa como un pájaro.
Cada vez que pasaba a su lado alargaba su pequeña, fría mano negra,
mirando hacia mí con sus tristes, casi humanos ojos. Tomé
su mano, ella dejó de gimotear, y siguió moviéndose nerviosamente alrededor de mi.
Había una calma chicha. La mar se extendía por todas partes como una inmóvil
hoja de color plomizo. Una niebla radial se apoderó de la cubierta, parecía ligera y frágil,
aunque ocultaba la misma punta del mástil; aturdía y cansaba los ojos
con su oscuridad suave. El sol colgaba de un rojo opaco falto de definición en esta oscuridad;
pero en el preludio de la noche brillaba con extraña, espeluznante luz misteriosa.
De manera intermitente un delfín saltaba junto al barco; al final desapareció
por debajo de la superficie de olas apenas rizadas.
Y el capitán, un hombre silencioso con una sombría cara quemada por el sol, que fumaba un puro
corto junto a la borda, con furioso gesto escupía sobre la estancada mar opaca.
A todos mis preguntas respondía con gruñidos inconexos. Así que me vi obligado
a volver hacia mi única compañera: la mona.
Cuando me senté a su lado, y ella volvió a dejar de quejarse, y otra vez tendió su mano hacia
mí.
La niebla se aferraba oprimiéndonos en aquella somnolienta humedad, enterrándonos
en la misma ensoñación inconsciente, y seguimos sentados uno al lado del otro como hermano y
hermana.
Sonrío ahora,... pero entonces tuve otra sensación.
Todos somos hijos de una madre, y me alegré de que la pobre
bestia se calmara, y se situara tan confiadamente junto a mí, como a un hermano.

Ivan Turgueniev (1818-1883)
Trad. Juan M. Pueyo

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