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Amistad novocentista

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Señora Sin demasiado ardor, y a la vez inflamando la rosa, que cruel o desgarrada y distendida, incluso el blanco vestido de púrpura desata, para en su carne oír llorar al diamante. Si, sin esas crisis de rocío y gentileza, ni brisa alguna hay en el cielo tormentoso que pasa; celosa de no aportar, yo no se qué espacio al simple día, el día del sentimiento más auténtico. No te parece, digamos, que cada año sobre tu frente renace la gracia espontánea, suficiente según qué apariencia, y para mi. Como un fresco abanico en la cama se estremece, al reavivar si es preciso aquí la emoción: toda nuestra nativa amistad monótona. Stephanne Mallarmé (1842,1898) Trad. Juan M. Pueyo

El peso del mundo es amor; y su lastre una soledad temible

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  Plaza Blasco de Garay, 2 Mi casa necesita una mujer, que llene las paredes de canciones, y complete mi cama por la noche. Un cuerpo que discurra en torno mío, una voz que responda si digo algo. Yo no tengo el dinero que tienen otros, no se tampoco hablar como los otros, ni tengo la apostura de los otros. Por eso necesito una mujer, que oculte mi tristeza entre sus brazos. (Del poemario " Poemas de una ciudad: Barcelona" ) Jose María Fonollosa (Barcelona, 1922-1991)

Sonido, rítmo, poesía y meditación profunda

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OM BHUR BHUVA SVAHA TAT SAVITUR VARENYAM BHARGO DEVASYA DHIMAHI DHI YO YONAH PRACHODAYAAT OM - Es Brahmán, el sonido como base de la creación. BHUR - Plano físico. Se refiere al cuerpo físico. BHUVA - Es la presencia de prana: lo que anima al cuerpo, el éter, lo sutil. SVAHA - Es la tierra de los dioses: el cielo, lo causal. TAT - Dios o Brahman. SAVITUR - Aquello a partir de lo que todo es creado. VARENYAM - Listo para ser adorado BHARGO - El radiante fulgor espiritual, la luz que confiere sabiduria. DEVASYA - Realidad divina, gracia divina. DEEMAHI - Meditación, contemplación. DHI YO - Intelecto. YO - Que. NAH - Nuestro. PRACHODAYAAT - Iluminación. TRADUCCIONES: El Gayatri Mantra puede ser traducido de muchas maneras. Algunas son estas: 1. Meditamos en el esplendor espiritual de la Realidad Suprema y Divina, fuente de las esferas físicas, astrales y celestes de la existencia. Permite que aquel Divino Ser Supremo ilumine nuestro intele

Cementerio marino V. Punto final

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Se refiere a la paradoja de Zenón sobre el movimiento y el infinito, cuando utilizó la metáfora de Aquiles y la tortuga para explicarla, y a la que alude la primera estrofa.      Cementerio marino           (últimas estrofas)                        XXI Zenón...cruel Zenón...Zenón de Elea. Me ha traspasado tu flecha alada, que vibra volando, y que no vuela nunca, su sonido me enerva, y la flecha me mata. Ah, el sol... cuya sombra de tortuga para el alma, Aquiles inmóvil a gran paso.                        XXII No, no...en pie. En la era sucesiva rompa mi cuerpo esta forma de pensamiento. Beba mi seno el nacimiento del viento. Un frescor por el mar exhalado llega a mi alma...Oh, poder salitroso, aprestémonos hacia la onda en la gozosa resurrección.                        XXIII Si, gran mar provisor de delirios, piel de pantera y clámide turbulenta de miles y miles de ídolos del sol; hidra absoluta, ebria de carne azul, que te mordisqueas la centelleante

Cementerio marino IV

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Les demoiselles de Avignon     Cementerio marino       (continuación)                   XVI Gritos afilados de muchachas alborozadas; los ojos, los dientes, los párpados mojados, el pecho encantador que juega con fuego, la sangre que brilla en los labios rendidos, los últimos dones, los dedos que los defienden, todo termina bajo tierra y retorna al juego.                   XVII Y tu, gran alma, esperas un sueño que no tendrá estos colores del engaño, que a los ojos deslumbrados muestran la onda y el oro. ¿Cantarás cuando seas etérea?. ¡Vamos! Todo huye. Mi presencia es porosa, la santa impaciencia muere también.                    XVIII Escuálida inmortalidad negra y dorada, consolación afrentosamente laureada que de la muerte haces un seno maternal; bello embuste y ardid piadoso. Quién no conoce y quién no rechaza ese cráneo vacío y esa risa sempiterna.                    XIX Padres profundos, cabezas deshabitadas, que bajo el peso de tantas pale

Cementerio marino III

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     Cementerio marino        (continuación)                  XI Perro espléndido, aparta al idólatra cuando en soledad con sonrisa de pastor apaciento por mucho tiempo corderos misteriosos; blanco rebaño de mis tranquilas tumbas aléjame las prudentes palomas, los sueños vanos, los ángeles curiosos.                  XII El porvenir aquí sólo es pereza. El insecto limpio horada la sequedad: todo está quemado, deshecho, y asciende hacia el aire no sé yo qué severa esencia. La vida es vasta estando ebria de ausencia, y la amargura es dulce y el espíritu claro.                 XIII Los muertos ocultos están bien bajo esta tierra, que los recalienta y les seca su misterio. En lo alto un mediodía sin movimiento en sí se afirma y se reconviene a si mismo... Cabeza rotunda y diadema perfecta, yo soy en tí el cambio secreto.                 XIV No me tienes a mi nada más que para contener tus temores. Y mis apuros, mis dudas, mis contricciones son el defecto

Cementerio marino II

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           Cementerio marino                      (continuación)                              VI Cielo hermoso, cielo verdadero, mírame que yo cambio después de tanto orgullo, después de tan extraña ociosidad aún plena de poderío me abandono a ese brillante espacio. Sobre las casas de los muertos mi sombra pasa; me aprisiona en su blanco vaivén.                                VII El alma expuesta a las antorchas del solsticio. Yo te sostengo, admirable Justicia, de la luz a las armas sin piedad. Yo te devuelvo pura a tu lugar primario. ¡Mírate!...aunque sustraer la luz, suponga a la sombra una áspera mitad.                                VIII Oh, para mi sólo, en mi sólo, en mi mismo junto al corazón y la fuente misma del poema, entre el vacío y el suceso puro espero el eco de mi grandeza interior. Amarga, sombría y sonora cisterna suena en el alma un hueco siempre futuro.                                 IX Sabes tú, falso cautivo de los follajes, gol