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Un buen poeta librero

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La puerta Hay una puerta cerrada en un mundo de arena, tras la que se escucha el ruido de la lluvia, y hay manos de metal, cortadas manos de metal ardiente arañando esa puerta, golpeando esa puerta, cuya cerradura es un ojo en el que tiembla una lágrima. Y el ruido de la lluvia es ahora llanto, el llanto entero de ese mundo de arena; y yo miro mis manos, pero no tengo manos: mi corazón es lo que golpea contra esa puerta. Sólo la derribará el seco viento helado, que aguarda en los espejos. Abelardo Linares (Sevilla, 1952)

Un buen amigo en Facebook

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Él llegó para leer (1924) Él llegó para leer. Abiertos están unos cuantos libros. Historiadores y poetas. Pero apenas había leído unos diez minutos, que los dejó a un lado. Ahora duerme sobre un diván. Ama mucho los libros, pero tiene sólo veintitres años. Es hermoso. Sin embargo, esta tarde el amor atravesó su carne maravillosa, su boca. A través de la belleza total de su cuerpo pasó la fiebre de la voluptuosidad, sin remordimientos ridículos por la forma de ese placer. Constantine Petrou Cavafy (1863-1933)

Buen consejo del viejo poeta

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Soneto para Helena Vencida por los años en la dulce tibieza del hogar y la luz, tus manos albos copos hilando, dirás embelesada mis versos recordando: Ronsard celebró los días de mi feliz belleza. Ya no hay quién recoja de tu voz la tristeza, ni sirvienta soñolienta que al percibir el blando rumor en que me nombras, dichosa despertando con férvida loanza, bendiga tu realeza. Mi cuerpo bajo tierra, tan sólo ya mi alma llagará tus mirtos umbrosos en la calma, mientras tú cerca del fuego te refugias aterida. Y has de llorar entonces esa altivez insana. No te niegues, escúchame, no esperes a mañana: cíñete desde ahora las rosas de la vida. Pierre de Ronsard (1524-1585) Versión de Carlos López Narváez

El arte de la buena contemplación

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François Boucher, ¿Piensan en las uvas?, 1747 Soneto a un cuadro de Boucher El juego del yacer y la mirada entregada al aire libre en compañía, y en el mundo ser felices a porfía, al contemplar a tu hermosa amada. ¿Qué es más maravilloso que la confianza en una prosperidad compartida, al cielo azul de mayo sometida sobre verdes praderas de holganza?. Ataviada de pastora la dama, por su fervor parece embelesada, a lo lejos mira como una diosa, De rutinas y desvelos alejada. Su amor al amante cede gustosa, y acepta complacido sus lisonjas. Robert Walser (1878-1956)

Donne, el maestro del concepto

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Poema del amor negativo Nadie me abate tanto como aquellos que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa; y rara vez hasta aquellos que no se remontan, nada más que para admirar virtud o mente, pues sentido e inteligencia pueden conocer, aquello que su fuego aviva . Mi amor, aunque ignorante, es más audaz. Fracase yo, cuando suspire; si he de saber, qué desearé. Si es simplemente lo perfecto, lo que expresarse no se puede sino con negativos, así es mi amor. Al todo que todos aman, yo digo no. Si quien descifrar puede aquello que desconocemos, y a nosotros conocer alcanza, enséñeme él esa nada. Este por ahora mi alivio es, y mi consuelo aún cuando no progreso; fallar no puedo. John Donne (1572-1631) Versión Juan M. Pueyo

El gran Taj Mahal y el pequeño Taj

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La tumba de Itmad-ud-Daulad, el pequeño Taj Mientras un elocuente silencio blanco adormece el imponente Taj Mahal de Shah Jahan, irradiando con su paz de siglos aquel sueño que un día abrazó la ciudad de Agra, este otro pequeño mausoleo recoge mi exhausto corazón entre los ruidos malolientes del albañal y el bullicio urbano de este siglo de gasolina, al otro lado del río Yamuna. Agra, noviembre 1980   Juan M. Pueyo (Esplús, 1953)

Otro amigo de Isherwood

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Si yo pudiera decirte El tiempo dirá tan sólo: “Ya te lo dije” . Sólo el tiempo conoce el precio que hemos de pagar; si yo pudiera decírtelo, te lo haría saber. Si debiéramos sollozar cuando los payasos hacen su número. Si debiéramos tropezar cuando tocan los músicos; el tiempo diría tan sólo: “Ya te lo dije” . No obstante, no hay fortunas que predecir, porque te amo más de lo que puedo expresar; si yo pudiera decírtelo, te lo haría saber. Los vientos deben venir de alguna parte cuando soplan, y también debe haber razones por las que las hojas se pudren; el tiempo diría tan sólo: “Ya te lo dije” . Tal vez las rosas realmente quieren crecer. Tal vez la visión quiere en verdad permanecer; si yo pudiera decírtelo, te lo haría saber. Supongamos que los leones se levantaran todos, y se fueran, y que todos los arroyos y los soldados huyeran; ¿dirá el tiempo algo que no sea: " Ya te lo dije" ?. Si yo pudiera decírtelo, te lo haría saber. W.H. Aude