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Basavanna, el devoto de Shiva

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Sadhu meditando en los ghats de Varanasi Los ricos harán templos para Shiva Los ricos harán templos para Shiva, y qué puedo hacer yo,  que soy un hombre pobre.   Mis piernas son columnas, el cuerpo es el santuario, y en mi cabeza brilla una cúpula de oro. Escucha, oh Señor de los ríos que se encuentran: Lo que se queda quieto caerá, pero lo que se mueve, permanecerá para siempre . Basavanna (Siglo XII )

La críptica poesía de una novelista

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Y ahora... Y ahora abundante de ensueños y de grises, con esa eterna impotencia que no limpia el lenguaje, el miedo que se hace palabra para no ser miedo, todo lo que enciende luces y no se nombra, por si muere, el resquicio de libertad que terco asoma, brazo roto, abril marchito, luna falsa, también falso el dolor que se vuelve costumbre; los labios en dudosas fuentes, los ojos todavía sedientos de estrellas, calandrias, mitos, y otras delgadas inutilidades en que los dioses derraman la sonrisa en ayuno, para que no traicione una mentirosa amnesia de rechazos y deseos con ruiseñores y congojas, o sea con nada, sólo con uno mismo dentro y fuera dispuesto a que cada cosa recupere su alcurnia, su medida y su precio se emprende la huida, adonde aún no ha llegado el futuro. Ana María Navales (Zaragoza, 1939)

Fidelidad a un amor

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Esta imagen de ti Estabas a mi lado, y más próxima a mí que mis sentidos. Hablabas desde dentro del amor armada de su luz. Nunca palabras de amor más puras respirara. Estaba tu cabeza suavemente inclinada hacia mi; tu largo pelo y tu alegre cintura. Hablabas desde el centro del amor armada de su luz en una tarde gris de cualquier día. Memoria de tu voz y de tu cuerpo mi juventud y mis palabras sean, y esta imagen de ti me sobreviva. José Angel Valente (1929-2000)

La íntima tristeza del fascismo vencida por la vida

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       Alegría Llegué por el dolor a la alegría. Supe por el dolor, que el alma existe. Por el dolor allá en mi reino triste un misterioso sol amanecía. Era alegría la máquina fría, y el viento loco y cálido que embiste: alma que verdes primaveras viste, maravillosamente se rompía. Así la siento más. Al cielo apunto, y me responde, cuando le pregunto con dolor tras dolor para mi herida. Y mientras se ilumina mi cabeza, ruego por el que he sido en mi tristeza a las divinidades de la vida. (1947) José Hierro (1922-2002)

Después de la huida del amor.

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La distraída No estás ya aquí. Lo que veo de ti, cuerpo, es sombra y engaño. El alma tuya se fue, adonde tú irás mañana. Aún esta tarde me ofrece falsos rehenes, sonrisas vagas, ademanes lentos, un amor ya distraído. Pero tu intención de ir, te llevó adonde querías, lejos de aquí, adonde estás diciéndome: -Aquí estoy contigo. Mira. Y me señalas la ausencia. Pedro Salinas (1891-1950)

Hoy una fábula

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Fábula de la Zorra y el Busto Dijo la Zorra al Busto, después de olerlo: Tu cabeza es hermosa, pero sin seso. Como éste hay muchos, que aunque parecen hombres, sólo son bustos. Felix María de Samaniego ( Laguardia, Álava 1745-1801 )

Celán, obsesionado con la muerte propia

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Ciégate para siempre... Ciégate para siempre. También la eternidad está llena de ojos. Allí se ahoga el movimiento de las imágenes, al término en que ha nacido. Allí se extingue lo que el lenguaje, de igual modo ha retirado con un gesto, lo que dejabas iniciarse como la danza de dos palabras, tan sólo construidas de otoño y seda y nada. Paul Celan (1920-1970) De "Cambio y aliento", 1967 Versión José Angel Valente