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Antonio Vega, la elegancia en la cultura pop

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  Pasa el otoño  Pasa el otoño en Madrid, y el color ocre se funde a gris, vuelven recuerdos de inviernos pasados junto a ti. Sentado hoy frente al mar, nada perturba la paz, Y ahora comparto contigo nuestra verdad. Y es que de hecho hasta hoy, no me ha importado nunca adonde voy; en cualquier puerto puedo recaer, ser quien sea, ser como soy. Atadas manos y pies al corazón que fui fiel, ojala me condenaran a la niñez. Pero después descubrí, que amar en libertad no era sufrir, ojala me condenaran a compartir. Y llegó la madurez, ideas claras; saber lo que quieres ser, ojala me condenaran a no volver. Quiero oír crujir las hojas al andar una vez más, porque el otoño pasa en Madrid. Quiero guardar hojas doradas hasta abril. Pasa el otoño en Madrid. Antonio Vega (Madrid, 1957-2009)

La heroína

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La aguja y el daño hecho Oi que llamabas a la puerta de mi sótano. Te amo, cariño, pero aún puedo meterme otro más. Oooh, el daño hecho. Llegué a la ciudad, y perdí a mi banda. Vi como la aguja atrapaba a otro hombre. Se algo que vosotros no comprendéis: leche en la sangre para evitar huir. He visto la aguja, y el daño hecho poco a poco en cada uno de nosotros, aunque cada pico sea como una puesta de sol. Neil Percival Young (Toronto, 1945)

Dylan is Dylan

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Dylan, 1962 Sobre el puente de Brooklyn Sobre el puente de Brooklyn estaba inclinado, y de pie en el borde había un predicador hablándole. Estuve cambiando de posición continuamente, para poder ver desde todos los ángulos por un lado y otro de los cuellos estirados y las cosas. La policía contenía a la gente, la señora que está a mi espalda irrumpe en mi ingle: "enfermos, enfermos, algunos están realmente enfermos", como el número circense del trapecio: "oh espero que no lo haga". Él estaba al otro lado de la barandilla, sus ojos terriblemente abiertos bañado por el sudor boca de tiburón las sucias mangas de la camisa subidas los brazos gruesos y tatuados, y llevaba un reloj de plata; echándole una rápida ojeada, yo podría decir que estaba inútilmente sólo, no pude quedarme allí mirándole no pude quedarme allí mirándole, porque de pronto me di cuenta, que en lo más profundo de mi corazón deseaba realmente verle saltar. Robert A

El viaje es ver

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Quetzalcoatl. Codice borbónico Quetzalcoatl (Fragmento) La ciudad contemplada desde el monte desnuda la intención secreta de sus calles, creídas al pisarlas confusión sin rumbo; así desnudó el tiempo aquellos años nuestros preliminares, aunque perdidos parecieran: su dispersión impulsó al aire la semilla, que caída en la tierra, dio luego la cosecha. Y el momento llegó cuando nos fuimos por el mar un puñado de hombres; el mundo era sin límites, igual a mi deseo. Frente al afán de ver, de ver con estos ojos que ha de cegar la muerte. Lo demás... qué valía. Mas este pensamiento a nadie dije entre mis compañeros, a quienes hostigaba la ambición de riqueza y poderío. Luis Cernuda (1902-1963)

La música y la ensoñación

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Fantasía Existe una tonada por la que yo daría todo Mozart, Rossini, y todo Weber. Una vieja tonada languideciente y fúnebre que me trae a mi solo su secreto encanto. Cada vez que la escucho me hace doscientos años (es sobre Luis Trece) más joven; y entonces yo creo ver una ladera verde, que amarillea el ocaso; luego un alcazar de ladrillo y piedra y vidrieras teñido con colores rojizos, rodeado de amplios parques, y también un arroyo a sus pies que entre las flores corre; luego una dama de vestimenta antigua, rubia con ojos negros en su altísima ventana, acaso ya vista en otra vida, y de quien me acuerdo. Gerard de Nerval (1808-1855) Versión de Anibal Núñez

La pura inocencia de la edad tardía

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Paraíso regado Sacude el agua a la hoja con un chorro de rumor. Alumbra el verde y le moja dentro de un fulgor. ¡Qué olor a brusca tierra inmediata!. Así me arroja y me ata lo tan soleadamente despejado, a este retiro fresquísimo que respiro con mi Adán más inocente. Jorge Guillen (1893-1984) Aunque se que no la leerá jamás, dedico esta entrada a mi padre, un agricultor vocacional amante de la naturaleza, que ayer cumplió 85 años en su paraíso más puro e inocente.

La codicia del conquistador

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Arrozal cerca de Calicut, donde desembarcó Vasco de Gama en Kerala Al solo afán de viajar más allá de una India espléndida y borrosa, este saludo sea mensajero del tiempo, cabo que tu popa dobla sobre alguna jarcia baja mientras cabecea con la carabela; espumoso siempre en su aleteo un pájaro de nueva anunciación que gritaba monótono, sin que el timón se desviara de un inútil yacimiento: noche, desesperación y pedrería por su canto reflejado, hasta en la sonrisa del pálido Vasco. Stephanne Mallármè (1842-1898) Trad. Juan Pueyo