El pergamino de la tierra


Con la tinta de sus lluvias,
Con el azote de sus centelleantes relámpagos
Y la mano de las nubes,

El otoño escribió una carta
Púrpura y azul en el jardín:
Ningún artista podría concebir nunca algo así.

Y luego la tierra,
Envidiosa de los cielos,
Dibujó estrellas en los confines de los lechos.


Shlomo ibn Gabirol


Desde que descubrí a este ibn Gabirol, el increible poeta judío que firmaba "al-malaqui", o sea, el malagueño, o "el boquerón", que diríamos hoy, aunque crecido y educado en la Saraqusta musulmana de comienzos del milenio pasado, me tiene fascinado, pero quizás más propio sería decir obsesionado. Busco y rebusco con fruición su poesía en toda la red: en páginas, en blogs... donde sea, y cuando hallo algo, nunca me defrauda. Nunca, al contrario, renueva mi capacidad de asombro. Este poemita cayó en mis manos desde una página de una universidad inglesa, y me he permitido traducirlo, para que gocéis su excelencia. Como siempre los ingleses estudian en profundidad cosas nuestras, que a los brillantes académicos de nuestro país les importa un pepino. Genios ignorados como Gabirol y otros muchos más, sufren la indiferencia del egregio gremio, pues parece ser que su gusto poético va por otros derroteros, que me abstengo de enumerar o calificar, porque a mi de igual modo, sus cosas me importan un pepino. Como siempre, nuestra historia es la historia más triste de todas las historias. Lo siento, pero hay que retornar también como siempre, al recurrido verso escrito por Jaime Gil. Tengo la esperanza de que en el futuro las siguientes generaciones hagan que la cosa vaya a menos...

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