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Dos sonetos al ajedrez encadenados

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Jorge L. Borges y Érnesto Sábato En este enlace escucharás la voz del poeta Ajedrez En su grave rincón los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito, en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores. Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito. En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. Como el otro, este juego es infinito. Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino, sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada. No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de noches negras y blancos

Adiós a tres ideas de W.Stevens sobre su infancia

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Adiós a una idea... Adiós a una idea... Las cancelaciones, las negaciones nunca son definitivas. El padre está sentado en el espacio, dondequiera que sea, con aspecto no amable, Como alguien que es fuerte en los arbustos de sus ojos. Dice no al no, y sí al sí. Dice sí al no; y al decir sí dice adiós. Mide las velocidades del cambio. Salta de cielo en cielo más rápidamente que los ángeles malos del cielo al infierno en llamas. Pero ahora está sentado en un tranquilo y verde día. Asume las grandes velocidades del espacio, y las agita de nube a cielo despejado, de cielo sin nubes a claro glacial En vuelos de oído a ojo, el ojo más alto y el más bajo oído, el profundo oído que discierne al atardecer cosas que lo asisten, hasta que oye Sus propios preludios sobrenaturales, en el momento en que el ojo angélico define a sus actores, acercándose unidos, con sus máscaras. Maestro, Oh Maestro sentado junto al fuego y aún así en el espacio, inmóvil y aún así origen s

La tiranía del gobierno del sonido invencible del viento

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Adiós a una idea... Adiós a una idea...El rostro de la madre, el objetivo del poema, llenan el cuarto. Están juntos aquí, y hace calor. Sin la presciencia de los sueños incipientes es al atardecer. La casa es atardecer, medio disuelta. Sólo la mitad de lo que nunca poseerá permanece, Sigue estrellado. Es la madre que poseen, quien otorga transparencia a su presente paz. Ella hace todo más gentil de lo que pueda ser. Y sin embargo, ella también se disuelve, es destruida. Ella da transparencia. Pero ha envejecido. Su collar es una talla, no un beso. Las manos suaves son un movimiento, no un roce. La casa se derrumbará, y los libros arderán, permanecerán dichosos en un refugio de la mente, Y la casa que es de la mente y ellos y el tiempo juntos, todos juntos. La noche boreal parecerá una escarcha cuando se les acerque A ellos y a la madre, mientras se adormece y ellos digan, buenas noches, buenas noches. Arriba las ventanas estarán iluminadas, no los cuartos

La blancura de una tarde al envejer

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Adiós a una idea (1) Adiós a una idea...Una cabaña en pie abandonada sobre una playa. Es blanca como de costumbre, o de acuerdo con Un tema ancestral, o como consecuencia de un rumbo infinito. Las flores contra el muro son blancas, están mustias, una especie de marca Recordando, intentando recordar una blancura que era diferente, otra cosa, el año pasado o antes, no la blancura de una tarde al envejecer, No sé si más fresca o apagada, si de nube de invierno o de cielo invernal, de un horizonte a otro el viento arrastra la arena por el suelo. Aquí ser invisible es ser blanco, es tener la solidez del blanco, la realización de un extremista en un ejercicio... Cambia la estación. Un viento frío congela la playa. Sus largas lineas se hacen más extensas y vacías, una oscuridad se acumula, aunque no cae, Y la blancura se hace más vívida en el muro. El hombre que camina se vuelve sobre la arena con estupor. Observa como el norte siempre engrandece el cambio Con

Un mundo perdido

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Fue antes de la época de las antenas de radio Fue antes de la época de las antenas de radio. Mi abuelo acababa de hacerse práctico de costa. En el almanaque anotaba los barcos que pilotaba- nombre, ruta, calado. Ejemplo de 1884: Vapor Tiger Capitán Rowan 16 pies Hull Gefle Furusund Bergantín Ocean Capitán Andersen 8 pies Sandöfjord Hernösand Furusund Vapor St. Petersburg Capitán Libenberg 11 pies Stettin Libau Sandham Los sacaba al mar Báltico a través del maravilloso laberinto de islas y aguas. Y los que se encontraban a bordo, y eran transportados por el mismo casco unas horas o unos días, ¿cuánto llegaban a conocerse? Conversaciones en un inglés con faltas de ortografía, acuerdos y desacuerdos, pero muy pocas mentiras conscientes. ¿Cuánto llegaban a conocerse? Cuando había niebla cerrada: a media velocidad, escasa visibilidad, de lo invisible surgía el cabo de una gran zancada, y se abalanzaba sobre ellos. La sirena mugía un minuto sí y otro no. Los ojos le

Este poema empieza deslumbrando y termina enseñando

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El poema definitivo es abstracto ¿Cuál es el debate hoy en día? En las lecturas de Este Hermoso Mundo Nuestro se prepara y farfulla el planeta rosa, y lo dejan caer maduro. Y rojo, y razonable. La pregunta particular -aquí la respuesta particular a la pregunta particular no es pertinente- es pertinente la pregunta. Si el debate diario no es con revelaciones, uno sigue haciendo preguntas. Lo cual es entonces una de las categorías. Dicho esto, este plácido espacio ha cambiado. No es tan triste como pensábamos. Para estar triste, no debe haber más preguntas. Es un vaivén intelectual de omisiones, de divagaciones, de debate en oblicuidades y distancias equívocas. No un intelecto en el que somos escuadra presente en cualquier parte del espacio al mismo tiempo, polo-nube de comunicación. Sería suficiente si estuviésemos, sólo por una vez en medio, fijos en Este Hermoso Mundo Nuestro, y no como ahora, desamparados en el límite, suficiente para ser completos, por e

El día del esplendor

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Llegó un día Llegó un día, hubo un día -un día en que un hombre caminaba vivo entre las formas del pensamiento, para ver su esplendor tal cual es, y en armonioso prodigio ser por un momento, concibiendo su pasaje hacia un tiempo que él mismo percibió inmóvil, perenne. Menos tiempo que espacio, menos espacio que pensamiento, y en substancia, una semejanza a la tierra, que por parecido, vibraba pensamiento tras pensamiento. Liberando una melodía abismal, un encuentro, una emergente luz, un deslumbramiento de recuerdo y de mirada. Wallace Stevens (Pennsylvania, 1879-1955)  Las Auroras de Otoño . Visor de Poesía. Trad. Jenaro Talens