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Hoy cumpleaños de Rubén Darío

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El Rey y el Poeta Un día le llevaron una rara especie de hombre ante su trono, donde se hallaba rodeado de cortesanos,  de retóricos y de maestros de equitación y de baile. —¿Qué es eso?—preguntó. — Señor, es un poeta. El rey tenía cisnes en el estanque, canarios, gorriones, senzontes en la pajarera. Un poeta era algo nuevo y extraño. —Dejadle aquí. Y el poeta: —Señor, no he comido. Y el rey: —Habla y comerás. Ruben Darío (18.1.1867- 1916) Azul Ed. Obras Completas Vol.II. Madrid, 1888

Sátori en la catedral

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Arcos Románicos En el interior de la enorme iglesia románica se apretujaban los turistas en la penumbra. Bóveda tras bóveda y sin visión global. Flameaban las llamas de algunas velas. Un ángel sin rostro me abrazó, y me susurró por todo el cuerpo: "No te avergüences de ser persona. ¡Enorgullécete! En tu interior se abre bóveda tras bóveda sin fin. Nunca habrás terminado, y es lo que debe ser". Las lágrimas me cegaban, y alguien me sacó a la pìazza ardiente de sol junto con Mr y Mrs Jones, el señor Tanaka y la signora Sabatini, y en el interior de todos ellos se abría bóveda tras bóveda sin fin. Thomas Tranströmer (Estocolmo, 1931)

El poeta y sus palabras: el romance terminó

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El guardador de rebaños   Desde la ventana más alta de mi casa con un pañuelo blanco digo adiós a mis versos, que viajan hacia la humanidad. Y no estoy alegre ni triste, pues es el destino de los versos. Los escribí, y debo enseñárselos a todos, porque no puedo hacer lo contrario, como la flor no puede esconder el color, ni el río ocultar que corre, ni el árbol esconder sus frutos. He aquí que ya van lejos como si fuesen en la diligencia, y yo siento la pena sin quererla igual que un dolor en el cuerpo. ¿Quién sabe quién los leerá? ¿Quién sabe a qué manos irán? Flor: me cogió el destino para los ojos. Árbol: me arrancaron los frutos para las bocas. Río: el destino del agua era no quedarse en mi cauce. Me resigno, y me siento casi alegre, casi tan alegre como quien se cansa de estar triste. ¡Idos, idos de mí! Pasa el árbol, y se queda disperso por la Naturaleza. Se marchita la flor, y su polvo dura siempre. Corre el río, y entra en el mar, y el agua es

Preguntas que llenan toda una vida

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Ilustración de Josep M. Maya Canción de primavera No tengas prisa, primavera, que el viento todavía estremece los árboles desnudos, y los geranios muertos aún permanecen en los tiestos de las ventanas del Harlem español. Quizás la próxima semana  los esquiadores abandonen el estanque. Entonces, por un poco más de tiempo tendremos el parque para nosotros solos. Necesito estar contigo en ese momento, hay algunas cosas que aún desconozco. ¿Te gusta el color azul?                 ¿Te preocupo cuando frunzo el ceño? ¿Adónde estabas cuando yo era pequeño y necesitaba a alguien? Rod McKuen (Oakland, CA, 1930) Trad. del inglés Juan M. Pueyo Del libro Els Amants i Altres Poemes , de Rod McKuen. Cançó de primavera No tinguis pressa primavera que el vent encara tremola en els arbres buits i els gerais morts romanen inmobils als testos dels aparadors de l´Spanish Harlem. Encara falta una setmana perquè els patinadors ma

Un árbol desnudo

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Narrativa Porque lo que sucede jamás sucederá, y porque lo que ha sucedido vuelve sin fin a suceder, somos tal como fuimos, todo ha cambiado en nosotros. Si hablamos del mundo es sólo para dejar desdicho al mundo. Primer invierno: manzanas amarillas aún por caer de un árbol desnudo, las pisadas de ciervos invisibles en la primera nieve, y más tarde la nieve que no cesa. No nos arrepentimos de nada. Como si pudiéramos permanecer en esta luz. Como si pudiéramos permanecer en el silencio de este único instante de luz. Paul Auster (Newark, NJ, 1947)

La lucidez del poeta

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Claridades de lo inexistente Haber amado como sucede en las horas vacías del atardecer; recostarse y concebir un viaje del que no quede ni rastro; mirar desde la casa, y ver una figura que se inclina hacia adelante como contra el viento, aunque no haya viento; ver los sombreros de la gente del pueblo tirados en momentos de pasión, desperdigados en el suelo aunque no pueda verse el suelo. Todo esto en la imprecisa luz amarillenta que desciende la hora antes del anochecer; nada de ello tiene valor, excepto por el placer que proporciona, agrandando un instante y finalmente haciéndolo parecer verdad. Y años después toparse con la misma escena -la figura inclinándose contra el mismo viento, los mismos sombreros desperdigados por el mismo suelo que no se puede ver. Mark Strand (Summerside, Prince Edward Island, Canada, 1934) Casi Invisible . Visor Poesía. Trad. Julio Trujillo

Las piedras de tierra invisible

Junto a tus cenizas... Junto a tus cenizas, las apenas escritas, arrasando la oda, las raíces instigadas, el ojo extranjero; con mano idiota te arrastraron a la ciudad, te ataron a ese nudo de jergas, y no te dieron nada. Tu tinta ha aprendido la violencia del muro. Desterrado, pero siempre en el corazón de este silencio solidario, pules las piedras de tierra invisible, y allanas tu lugar entre los lobos. Cada sílaba es obra del sabotaje. Paul Auster (Newark, NJ 1947) Ed. Seix Barral. Los Tres Mundos. Poesía. Trad. Jordi Doce