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Elogio al afán descubridor renacentista

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Paisaje y la caída de Ícaro, de Brueghel el Viejo, 1555 Boceto para La caída de Ícaro Islitas relucientes en el mar, fragatas de incierta procedencia. Las islas atesoran gran cultura así, entre las diecinueve y las veinte horas; o sea, al anochecer; más no, aún no es tan tarde, pues hay un campesino, uno de esos hombres laboriosos deslomándose para reunir unas monedas, que trabaja todavía en su campo como un héroe agrícola: juega su juego, gana su buen dinero a esa tierra, que es pardo negruzca. Un ser alado a punto está de confiarse al aire, más tarde lo veremos agitarse en el éter.. De maravillosa picardía la mirada de la luna, y uno se sienta admirado sobre el templo de la naturaleza encima de una piedra, limitándose a contemplar un pajarillo canoro volador, enamorado de sus trinos, mientras sus ovejas, abandonadas a si mismas, pacen tranquilas en el pálido poniente adornado de tonos rojizos. ¡Ay, dolor!. Una mano gesticula, en mudo grito de ayuda de

Nacemos solos y morimos solos

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Isla del archipiélago Santorini en el Egeo A veces pienso A veces pienso que mi alma fuera como una isla, rodeada durante muchos años de un espejo inconmovible igual a aquel del prodigioso viaje; isla ufana de sus palmeras, de sus cíclopes, de sus flores; llena de vida y de interior isleño con diminutas villas, con sus mercados, con sendas por las que tal vez corre a la aurora un cochecillo traqueteante, pero olvidada, ensimismada en sueños como suaves neblinas, quizás sin conocer al ceñidor azul que la circunda, ese metal que, bella piedra, acerado la ajusta; su razón de existir, lo que le da su ser, su forma de tierno reloj vivo, o de tortuga: isla. Dámaso Alonso (1898-1990) Extraído del poemario " Hijos de la Ira"

El poeta que canta al amor

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Yo no puedo darte más Yo no puedo darte más. No soy más de lo que soy. Cómo quisiera ser arena, sol en estío. Que te tendieses descansada a descansar. Que me dejaras tu cuerpo al marcharte, huella tierna, tibia, inolvidable. Y que contigo se fuese sobre ti mi beso lento: color desde la nuca al talón, moreno. Ser la materia que te gusta, que tocas todos los días, y que ves ya sin mirar a tu alrededor, las cosas -collar, frasco, seda antigua- que cuando echas de menos preguntas: "Huy, ¿dónde está?" Y cómo quisiera ser una alegría entre todas, una sola, la alegría con que te alegraras tú. Un amor, tan sólo un amor: el amor del que te enamorases tú. Pero no soy más de lo que soy. Pedro Salinas (1891-1951)

Walser y Van Gogh, espíritus incompatibles

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Sala Hospital de Arlés. Vincent Van Gogh Van Gogh El pobre hombre no logra hechizarme. Ante su tosca paleta se dispersa en mi toda perspectiva amable de vida. ¡Con qué frialdad pintó su obra vital!. Pintaba, opino, demasiado bien. Si alguien desea sentirse importante en la exposición, le aterrorizará pincel tan brioso. Atroces son esos sembrados, campos, árboles que le arrebatan a uno el reposo nocturno como sueños groseros. No obstante respeto los vehementes esfuerzos artísticos, por ejemplo ante un cuadro donde se ven locos en el manicomio. Calor del sol, aire, tierra, viento los reproducía de maravilla. Pero uno baja pronto los párpados ante tamaña fuerza autotorturadora en tal obra en parte satisfactoria. Uno empieza a horrorizarse, si la belleza del arte se reduce a exhibir desconsideradamente su deber, querer y poder ante las almas que lo contemplan. Al ver un cuadro suyo, anhelo ser acariciado por un hada bondadosa. Nada, nada. Adios. Robert W

El cuerpo es para el placer, la mente para la felicidad

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Un renunciante muy peculiar Vacana de los galgos Nueve galgos sueltos persiguen a una liebre. Los deseos del cuerpo gritan: ¡Soltad, soltad!. ¡Soltad, soltad!, gritan los deseos de la mente. ¿Llegará hasta ti mi corazón, oh Señor de los ríos encontrados, antes que los galgos del deseo la alcancen y la atrapen? Basavanna (Siglo XII)

La dimensión de la renuncia

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Sadhu y s u "templo", acampado en Allahabad para el Khumba Mela. El cuenco y el espejo El cuenco no es de un material distinto al del espejo. El cuenco y el espejo son del mismo metal. Devolviendo luz, uno se convierte en espejo. Consciente, uno es de la Divinidad. Inconsciente, uno es un simple humano. Venera a la Divinidad, sin olvidarte del Señor de los ríos encontrados. Basavanna (Siglo XII)                    

Reflexión guilleniana sobre la Historia

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Gatos de Roma Los gatos, no vagabundos pero sin dueño al sol adormecidos en calles sin aceras, o esperando una mano dadivosa tal vez por entre ruinas. Los gatos, inmortales de modo tan humilde retan al tiempo, duran atravesando las vicisitudes sin saber de la Historia que levanta edificios, o los deja abismarse entre pedazos bellos aún, ahora apoyos nobles de esas figuras: libres. Mirada fija de unos ojos verdes en soledad, en ocio y luz remota. Entrecerrados los ojos, rubia la pelambre y calma iluminada. Erguido junto a un mármol superviviente resto de columna, alguien feliz y pulcro se atusa con la pata relamida. Gatos. Frente a la Historia sensibles, serios, solos, inocentes. Jorge Guillen (1893-1984)