Elogio al afán descubridor renacentista
Paisaje y la caída de Ícaro, de Brueghel el Viejo, 1555 Boceto para La caída de Ícaro Islitas relucientes en el mar, fragatas de incierta procedencia. Las islas atesoran gran cultura así, entre las diecinueve y las veinte horas; o sea, al anochecer; más no, aún no es tan tarde, pues hay un campesino, uno de esos hombres laboriosos deslomándose para reunir unas monedas, que trabaja todavía en su campo como un héroe agrícola: juega su juego, gana su buen dinero a esa tierra, que es pardo negruzca. Un ser alado a punto está de confiarse al aire, más tarde lo veremos agitarse en el éter.. De maravillosa picardía la mirada de la luna, y uno se sienta admirado sobre el templo de la naturaleza encima de una piedra, limitándose a contemplar un pajarillo canoro volador, enamorado de sus trinos, mientras sus ovejas, abandonadas a si mismas, pacen tranquilas en el pálido poniente adornado de tonos rojizos. ¡Ay, dolor!. Una mano gesticula, en mudo grito de ayuda de