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Eliminad a ese tipo, es un peligroso idealista loco

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Un héroe de la clase trabajadora Nada más nacer te hacen sentir pequeño, sin darte tiempo a nada en lugar de dártelo todo, hasta que el dolor es tan grande que no sientes, y todo te da igual. Un héroe de la clase obrera es algo que podrías ser. Te hieren en casa, y te pegan en la escuela. Allí te odian si eres listo, y desprecian al tonto, hasta que estás tan jodidamente loco, que eres incapaz de seguir sus reglas. Un héroe de la clase obrera es algo que podrías ser. Después que te han torturado y asustado durante veinte putos años, entonces esperan que elijas una carrera, pero estás tan acojonado, que no puedes funcionar. Un héroe de la clase obrera es algo que podrías ser. Te drogan con la religión, el sexo y la tele, y tú te crees tan listo, tan independiente y tan libre; aunque  a mí me parece, que sigues siendo un jodido paleto, muy alejado del héroe de la clase obrera que podrías ser. Hay un buen cobijo en la cima, te dicen, pero primero debes a

Palabra y color

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Bodegón con la Danza, Matisse. Museo de L´Ermitage, St. Petersburgo Luz natal (Fragmento) Entre muros y torres ved el aire: un aire de afluencias matutinas que también será ardor hasta por las penumbras y las sombras. Y quién te encerrará, movimiento del fuego. Habrás de resignarte a ser ceniza, mortuoria ceniza problemática. Mientras la Historia...¿Dónde?. Historia por mis venas y huesos, Historia en este soplo que alentándome está la frase actual. Amarillentas ruinas... y el impulso que llega de vosotros, los vivientes aún en esta pulsión que marcha sola. Sin mi, tan mía, yo. Yo, bajo mis vocablos resonantes de rutas; a través de mi propia libertad hacia lo todavía no existente, hacia tardes de una luz que espera, de un matiz que nunca vive solo. Jorge Guillén (Valladolid, 1893-1984)

Gloria Fuertes, una poeta sencilla y exquisita

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Ya ves que tontería Ya ves que tontería, me gusta escribir tu nombre. Llenar papeles con tu nombre, llenar el aire con tu nombre; decir a los niños tu nombre, escribir a mi padre muerto, y contarle que te llamas así. Me creo, que siempre que lo digo me oyes. Me creo, que da buena suerte. Voy por las calles tan contenta, y no llevo encima nada más que tu nombre. Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998)  

Algunos versos imperecederos de Jaime Gil

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Píos deseos al empezar el año Pasada ya la cumbre de la vida justo al otro lado, yo contemplo un paisaje no exento de belleza en los días de sol, aunque inhóspito en invierno. Aquí sería dulce levantar la casa que en otros climas no necesité, aprendiendo a ser casto y a estar solo: un orden de vivir es la sabiduría. Y qué estremecimiento purificado me recorrería, mientras atiendo al mundo de otro modo mejor, menos intenso. Y medito en las horas tranquilas de la noche, cuando el tiempo convida a los estudios nobles, al severo discurso de las ideologías -o la advertencia de las constelaciones en la bóveda azul... Aunque el placer del pensamiento abstracto es lo mismo que todos los placeres: reino de juventud. Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990)

La prosa poética de Turgueniev

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Puerto de Hamburgo En la mar Iba desde Hamburgo a Londres en un pequeño vapor. Éramos dos pasajeros: yo y una hembra de mono, como esas que un comerciante de Hamburgo suele regalar a su pareja inglesa. Ella estaba atada con una cadena a uno de los asientos en la cubierta, se movía con inquietud, y gemía quejumbrosa como un pájaro. Cada vez que pasaba a su lado alargaba su pequeña, fría mano negra, mirando hacia mí con sus tristes, casi humanos ojos. Tomé su mano, ella dejó de gimotear, y siguió moviéndose nerviosamente alrededor de mi. Había una calma chicha. La mar se extendía por todas partes como una inmóvil hoja de color plomizo. Una niebla radial se apoderó de la cubierta, parecía ligera y frágil, aunque ocultaba la misma punta del mástil; aturdía y cansaba los ojos con su oscuridad suave. El sol colgaba de un rojo opaco falto de definición en esta oscuridad; pero en el preludio de la noche brillaba con extraña, espeluznante luz misteriosa. De manera intermitente

Paul Celan, su rastro de fuego en la lengua alemana

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Jerusalem al interior del muro. Ludwig Blum (1930) Estaba Estaba la pizca de higo en tu labio. Estaba Jerusalén a nuestro alrededor. Estaba el aroma de los pinos albares sobre el barco danés que bendecíamos. Yo estaba en ti.  ti. Paul Celan (Chernovtsi, 1920-1970) Versión de José L. Reina Palazó n

¿Se trataba de una evocación de Paul Verlaine?

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Tú crees en el ron del café y en los presagios Tú crees en el ron del café y en los presagios, y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados. Tú crees en los cuentos de hadas, en los días nefastos y en los sueños; yo creo solamente en tus bellas mentiras. Tú crees en un vago y quimérico Dios o en un santo especial, y rezas para curar males en alguna oración. Mas yo creo en las horas azules y rosadas, que tú a mí me procuras y en voluptuosidades de hermosas noches blancas. Y tan profunda es mi fe, y tanto eres para mí, que de todo en lo que creo, sólo vivo para ti. Paul Verlaine (Metz, 1844-1896) Versión de Luis Garnier