Desque vemos el engaño...
XI
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño;
y los deleites de acá
en que nos deleitamos,
son temporales,
y los tormentos de allá
que por ellos esperamos
eternales.
XII
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte la celada
en que caemos.
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño,
y queremos dar la vuelta,
no ha lugar.
XIII
Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
al alma tan gloriosa
angelical,
qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora
y tan presta
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta.
XIV
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganado.
XV
Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias;
no curemos de saber
de aquel siglo pasado,
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
Jorge Manrique (1440-1479)
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