Abenamar, Abenamar...
Romance de Abenamar
Por Guadalquivir arriba
el buen rey Don Juan camina;
encontrara con un moro,
que Abenamar se decía.
El buen rey desque vido
de esta suerte le decía:
- Abenamar, Abenamar,
moro de la morería,
hijo eres de perro moro
y de cristiana cativa.
Tu padre llaman Alí
y a tu madre Catalaina.
Cuando naciste
estaba la luna crecida,
y la mar estaba crecida,
viento no la rebullía.
Moro que en tal signo nace
no debe decir jamás mentira.
Preso tengo un hijo tuyo;
yo le otorgaré la vida,
si me dices la verdad
de lo que te preguntaría.
- Yo te la diré, rey Don Juan,
si tú le otorgas la vida.
- Dígasmela tú, moro,
que otorgada te sería.
Qué castillos son aquellos,
que tal alto se yerguen y relucen.
-La Alhambra es, Señor,
y la otra la Mezquita;
los otros los Alíjares,
labrados a maravilla.
El moro que los labró
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra,
de lo suyo las perdía;
desque los tuvo labrados,
el rey le quitó la vida,
porque no labre otros tales
al rey de Andalucía.
La otra era Granada,
Granada noblecida
de los muchos caballeros
y de gran ballestería.
Allí habla el rey Don Juan,
bien veréis lo que decía:
- Granada, si tu quisieses,
yo contigo me casaría.
Darte he yo en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla,
y a Jerez de la Frontera
cabe, si yo la tenía.
Granada, si más me quisieses,
mucho más yo te daría.
Allí hablara Granada,
al buen rey le respondía:
- Casada só, rey Don Juan,
casada que no viuda;
y el moro que a mi me tiene,
bien defenderme querría...
Anónimo, del Romancero Español de Dámaso Alonso
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