Benevolencia bajo un cielo protector



LARGA NOCHE EN EL PASEO MIRAMAR DE DONOSTI

Larga noche etílica y obscena
que ciertos pájaros somnolientos
despiden y me acompañan displicentes.

Alrededor de la mente aúlica del poeta
emerge suave una desgarrada aurora de plomo,
vestida de compasión y desespero.

Un fantasmal delirio le persigue,
amarrado como está a la melancolía de la derrota,
mientras languidece sin fin junto a un océano de miedo y asco.


Del atávico bramido llegan siniestras voces de reclamo,
vanos pensamientos de huida, todo el apremio del fracaso.
Hirientes como espinas; de espantable, temible certidumbre.

Un efluvio de nausea y mierda agita viscosas visiones ciertas
del frágil futuro. Hay también merodeando
chillones pájaros del amanecer que anuncian el día, y  desdeñan el olvido.


En tanto el poeta desmontado y roto, desnudo en su corazón,
como el desarrapado árbol sucio bajo la húmeda niebla,
clava la mirada aterrada sobre el límpio Azul marino:
ese inhóspito Azul del abandono.

Juan M. Pueyo (Esplús, 1953)

Extraído de la colección LA DESNUDEZ DE LOS ÁRBOLES
RPI.- HU-32-07

Este poema se refiere al despertar frente a un abismo profundo de desolación, abocado a él tras mi último carrusel de borracheras, que por fortuna me llevó a abandonar el trago definitivamente. En serio, si no, no lo cuento: una resaca positiva y una decisión a tiempo, desde luego. Y en esas ando  ya camino de los cuatro años, y sigo muy felizmente viviendo mi nueva vida sobria, y juro que no he vuelto a probar una sola gota de priva.
Fue en San Sebastian, ciudad que venero y emocionalmente intensa para mi, de sagrados recuerdos que se pegan para siempre en el imaginario vital de uno, y fue quizás gracias a su energía imbatible que me imprime cada vez que la piso, decisiva para proporcionarme argumentos sólidos y suficientes con los que seguir adelante, y dejar de una vez aquel suicidio absurdo, que por supuesto no deseaba, y comenzar a salir de ese fango abyecto en que chapoteaba mi vida. He subido esa foto con la pretensión de significar el aspecto protector de un cielo esplendoroso, que está ahí para todo el mundo, amplio y hermoso, cobijándonos a todos. Cuando uno no tiene nada más... Yo tuve la benevolencia del maravilloso azul de Donosti.
Como habreis notado, he tomado prestada la metáfora de Bowles, que creo viene al pelo aquí.

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