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Nuestras vidas son los ríos

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La versión de este espléndido poema pertenece al catálogo de la Biblioteca Virtua l Miguel de Cervantes . "Este poema merece quedar escrito en letras de oro" , dijo Lope de Vega. Particularmente pienso que debería estar esculpido en oro de cincuenta quilates en el frontispicio de la RAE. Es el más hermoso cumplido que puede imaginarse para un poema. Coplas A La Muerte De Su Padre ( I ) I Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo a nuestro parecer cualquier tiempo pasado, fue mejor. II Pues si vemos lo presente cómo en un punto es ido y acabado; si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues todo ha de pasar por tal manera. III Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es

La vanidad de los asfodelos

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Planta llamada Asfodelo.- También es una parte del Hades mitológico de los griegos Dónde Está La Memoria Dónde está la memoria de los días que fueron tuyos en la tierra, y tejieron dicha y dolor, y fueron para ti el Universo. El río innumerable de los años los ha perdido. Eres una palabra en un indice. Dieron a otros los dioses gloria interminable, inscripciones, exergos, monumentos y puntuales historiadores; de ti sólo sabemos, oscuro amigo, que oíste al ruiseñor una tarde. Entre los asfodelos de la sombra, tu vana sombra pensará que los dioses han sido avaros. Pero los días son una red de miserias triviales, ¿y no habrá mejor suerte que ser la ceniza de que está hecho el olvido? Sobre otros arrojaron los dioses la inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumera las grietas y acaba por ajar la rosa que venera. Contigo fueron más piadosos, hermano: en el éxtasis de un atardecer que no será noche, oyes la voz del ruiseñor de Teócrito. Jorge L

El Muro Final Inapelable

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Muerte A Lo Lejos                     Je soutenais l´eclat de la mort toute pure                                                                    Paul Valery Alguna vez me angustia una certeza, y ante mí se estremece mi futuro. Acechándole está de pronto un muro del arrabal final en que tropieza la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza si la desnuda el sol?. No, no hay apuro todavía. Lo urgente es el maduro fruto. La mano ya le descorteza. ...Y un día entre los días el más triste será. Tenderse deberá la mano sin afán. Y acatando el inminente poder, diré sin lágrimas: embiste, justa fatalidad. El muro cano va a imponerme su ley, no su accidente. Jorge Guillen (1893-1894)

El Matorral No Prohibido

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Derry Derry Down El rubor de un atardecer exuberante sobre una enorme grosella madura: me araño en la mano, para alcanzarla y sacarla del matorral no prohibido. En el jardín trasero cubierto de Annie Devlin. Seamus Heaney (Derry County, 1939)

Reflexión después de la lluvia

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Vuelta a empezar Está lloviendo aún de los llovidos Castaños y la gota de la hierba Compone un globo terso, que conserva La oculta libertad de los olvidos. Pájaros impacientes en los nidos Se aventuran por esa fronda aún sierva Del agua celestial. Ay, sigue acerba La tarde en los balcones prometidos. Tanto gris se demora en una pausa, Donde el mundo coincide con el tedio, Resignado a esperar que todo pase. ¡No! Del propio vacío, mientras causa Mi desazón, resurge el fiel asedio Al encanto inmortal la nueva frase. Jorge Guillen (1893-1984)

Ese Momento En Que Nace Un Poema

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Una Palabra Sola Desde tu marcha nada cambió. A veces parecía que estuvieses sentada junto a nosotros. No entendimos entonces el regalo total de tu presencia: ver, escuchar una palabra sola... Y estábamos callados, girando en el dolor, en el sencillo y cotidiano recordarte entre el pan y los manteles. José Agustín Goytisolo (1928-1999)

Paraíso Para Dos

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Escoger La Libertad Me parece que fue un error y tengo ganas de decirlo, porque hace tiempo que no sé de qué hablar cuando estoy contigo. Tu juventud fue igual que un eco de anticipados cataclismos, mas tu alegría dominaba como un verano enloquecido. Ni tú misma puedes pensar, qué lindo te iba aquel vestido allí en la fiesta entre editores viento palabras flores críticos. Así te vi, pequeña chica llena de luz. Más tarde fuimos a bares hondos de penumbra y a increíbles y extraños sitios. Tú eras entonces periodista y hablabas mucho, sí muchísimo, de tus padres, de tus amantes y aún mucho más de tu marido. Le conocí meses más tarde: era el clásico muchachito emprendedor también muy joven, muy puntual, correcto y limpio. Era evidente, que su mundo no era tu mundo, y sus amigos formaban raro contrapunto con tus ideas y tus libros. El quería una mujer bella, -y tú lo eres- una gatita que le planchara las camisas, y preparase buenos guisos. Pobre