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Tranströmer: un poeta exquisito

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Meditación agitada La tormenta hace girar las aspas del molino, que muele la nada en la oscuridad de la noche. Las mismas leyes te mantienen despierto. La panza del tiburón gris es tu débil lámpara. Recuerdos difusos te hunden en la profundidad del mar, y allí se petrifican junto a extrañas columnas. Tu muleta está verde de algas. Quien va hacia el mar, regresa rígido. Thomas Tranströmer (Estocolmo, 1931)

La triste ternura

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Ternura de tigre La lengua sobre todo afectuosa, áspera y cortesana en el saludo. Las zarpas de abrazar, con qué cuidado de impeler afecto o daño, a quien lo doma. La caricia con uñas, el pecho boca arriba para mostrar el corazón cautivo. La piel toda entregada, la voz ronca retozando en su jaula de colmillos. Y lo ojos enormes, de algas, sonriendo a la muerte inmediata a que fue sentenciado. Carlos Barral (1928-1989)

Premio Nobel 2011: un poeta

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En Marzo del 79 Cuando llegan de todos los lados con palabras; palabras, que no lenguaje, parto hacia la isla cubierta de nieve. Lo salvaje no tiene palabras. Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones, y entonces me encuentro con huellas de pezuñas de corzo sobre la nieve; lenguaje, que no palabras. Thomas Tranströmer (Estocolmo, 1931) Extraído de El cielo a medio hacer Trad. Roberto Mascaró. Ed. Nórdica. Madrid, 2010

Y el aro pendiente en la oreja

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Arde el mar Oh ser un capitán de quince años, viejo lobo marino, las velas desplegadas, las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas, las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo, las huelgas de los cargadores, las grúas paradas ante el                cielo de zinc, los tiroteos nocturnos en la dársena, fogonazos, un cuerpo                en las aguas con sordo estampido, el humo en los cafetines, Dick Tracy, los cristales empañados, la música zíngara, los relatos de pulpos, serpientes y ballenas, de oro enterrado y de filibusteros. Un mascarón de proa, el viejo dios Neptuno. Una dama en las Antillas ríe, y agita el abanico de nácar                 bajo los cocotero. Pere Gimferrer (Barc elona, 1945)

El buen gusto del novelista escribiendo poesía

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Amor Amor - Qué es el amor. Un grande y doliente corazón; manos atadas; y silencio; y una larga desesperanza. La vida - Qué es la vida. En un páramo desolado para ver llegar al amor, y ver marcharse al amor. &&&&&&&&&&&&& No se muy bien Yo no se muy bien cómo, pero mientras paso las cuentas de los años anteriores, las viejas risas en mi garganta se engarzan con el mismísimo gusto que las lágrimas. &&&&&&&&&&&&& Pronto mueren los amigos Pronto mueren los amigos, pronto se extingue cuanto bien queremos como oscurece el día, como se van las flores. Pronto es Diciembre, y sobre un rescoldo escuchamos solitarios, como sopla el viento. Robert Louis Stevenson ( Edimburgh, 1850-1894)

La edad de las eras y los nidos para otros *

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Aquellos tiempos Yo nací -perdonadme- en la edad de la pérgola y el tenis                                                      Jaime Gil de Biedma Como todos los días, antes de que amanezca, cojo el coche y me voy a nadar. Está lloviendo y hace frío, avanzo rodeado por la danza de otros faros tras el velo de lluvia de las calles. Llego al aparcamiento entre las pistas y las piscinas, cuando ya amanece. Bajo del coche, y veo en el suelo la pelota de tenis recubierta de suave lana y empapada de agua. Una amarilla, enorme perla sobre los adoquines que relucen, duros y barnizados por la lluvia. Me sorprende un recuerdo. Viene de los azules cielos de una miseria grisácea y afectuosa, sin pérgolas ni tenis. Qué alegría si yo hubiese encontrado esa pelota, tan suntuosa entonces para mi, tan humillada ahora por la lluvia. Mi soledad, lo mismo que la suya ha perdido hace tiempo su prestigio. Veo sobre el suelo del aparcamiento todo lo que he amado, y no podré sa

Oh, tú que habitas...

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Pregunta Bienvenida la caída Del ojo a su refugio. Bienvenida la sangre Que inflama en anárquica carrera. Una lengua para la aridez del alma Y otra para el rapto por la savia del delirio. Oh, tú que habitas En el hueco de mi pecho… Quién acompañará a mis muertos Esta noche antes del alba Hacia las colinas de la luz. Y quién de algo me hará entrega, Ante una travesía que refulgente se anuncia. Muhammed Bennis (Fes, 1948)