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Ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos

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  Monumento a Jorge Manrique en Segura de la Sierra (Jaén) Coplas A La Muerte De Su Padre ( 2 ) VI Este mundo bueno fue si bien usásemos dél como debemos, porque según nuestra fé, es para ganar aquel que atendemos. Aún aquel Hijo de Dios para subirnos al cielo, descendió a nacer acá entre nos, y a morir en este suelo do murió. VII Ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, que en este mundo traidor aún primero miramos; las perdemos. De ellas deshace la edad, de ellas casos desastrados que acaecen, de ellas por su calidad en los más altos estados desfallecen. VII Decidme: la hermosura, la gentil frescura y tez de la cara, la color y blancura cuando viene la vejez, ¿cuál se para?. Las mañas y ligereza y la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza, cuando llega al arrabal de senectud. IX Pues la sangre de los godos y el linaje y la nobleza tan crecida, por cuántas vías y modos se pierde su gran alteza

Nuestras vidas son los ríos

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La versión de este espléndido poema pertenece al catálogo de la Biblioteca Virtua l Miguel de Cervantes . "Este poema merece quedar escrito en letras de oro" , dijo Lope de Vega. Particularmente pienso que debería estar esculpido en oro de cincuenta quilates en el frontispicio de la RAE. Es el más hermoso cumplido que puede imaginarse para un poema. Coplas A La Muerte De Su Padre ( I ) I Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo a nuestro parecer cualquier tiempo pasado, fue mejor. II Pues si vemos lo presente cómo en un punto es ido y acabado; si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues todo ha de pasar por tal manera. III Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es

El Muro Final Inapelable

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Muerte A Lo Lejos                     Je soutenais l´eclat de la mort toute pure                                                                    Paul Valery Alguna vez me angustia una certeza, y ante mí se estremece mi futuro. Acechándole está de pronto un muro del arrabal final en que tropieza la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza si la desnuda el sol?. No, no hay apuro todavía. Lo urgente es el maduro fruto. La mano ya le descorteza. ...Y un día entre los días el más triste será. Tenderse deberá la mano sin afán. Y acatando el inminente poder, diré sin lágrimas: embiste, justa fatalidad. El muro cano va a imponerme su ley, no su accidente. Jorge Guillen (1893-1894)

El Matorral No Prohibido

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Derry Derry Down El rubor de un atardecer exuberante sobre una enorme grosella madura: me araño en la mano, para alcanzarla y sacarla del matorral no prohibido. En el jardín trasero cubierto de Annie Devlin. Seamus Heaney (Derry County, 1939)

Reflexión después de la lluvia

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Vuelta a empezar Está lloviendo aún de los llovidos Castaños y la gota de la hierba Compone un globo terso, que conserva La oculta libertad de los olvidos. Pájaros impacientes en los nidos Se aventuran por esa fronda aún sierva Del agua celestial. Ay, sigue acerba La tarde en los balcones prometidos. Tanto gris se demora en una pausa, Donde el mundo coincide con el tedio, Resignado a esperar que todo pase. ¡No! Del propio vacío, mientras causa Mi desazón, resurge el fiel asedio Al encanto inmortal la nueva frase. Jorge Guillen (1893-1984)

Ese Momento En Que Nace Un Poema

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Una Palabra Sola Desde tu marcha nada cambió. A veces parecía que estuvieses sentada junto a nosotros. No entendimos entonces el regalo total de tu presencia: ver, escuchar una palabra sola... Y estábamos callados, girando en el dolor, en el sencillo y cotidiano recordarte entre el pan y los manteles. José Agustín Goytisolo (1928-1999)

Paraíso Para Dos

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Escoger La Libertad Me parece que fue un error y tengo ganas de decirlo, porque hace tiempo que no sé de qué hablar cuando estoy contigo. Tu juventud fue igual que un eco de anticipados cataclismos, mas tu alegría dominaba como un verano enloquecido. Ni tú misma puedes pensar, qué lindo te iba aquel vestido allí en la fiesta entre editores viento palabras flores críticos. Así te vi, pequeña chica llena de luz. Más tarde fuimos a bares hondos de penumbra y a increíbles y extraños sitios. Tú eras entonces periodista y hablabas mucho, sí muchísimo, de tus padres, de tus amantes y aún mucho más de tu marido. Le conocí meses más tarde: era el clásico muchachito emprendedor también muy joven, muy puntual, correcto y limpio. Era evidente, que su mundo no era tu mundo, y sus amigos formaban raro contrapunto con tus ideas y tus libros. El quería una mujer bella, -y tú lo eres- una gatita que le planchara las camisas, y preparase buenos guisos. Pobre

Último Paseo Con Celaya Frente Al Cantábrico

Paseo Nuevo Voy vestido de blanco por el Paseo Nuevo. El semáforo arriba dice lo que no entiendo. Hay banderas, balandros. Todo azul, todo nuevo. Pasan raudos, felices los últimos modelos de novia o de automóvil, como pasa el deseo. Hay barandillas blancas y un disparo hacia el cielo. Todo es un teorema como solución: perfecto. Es el júbilo total, y el más dado de menos. La alegría de colores y la luz como en suspenso. La sorpresa en la muchacha cuando un ángel le da un beso. Las bicicletas que a veces ya no ruedan por el suelo. Todo es feliz, limpio y claro como visto en un espejo. El ángel encontró novia y el sujeto un antiobjeto, mientras pasan por el aire nubes y otros imperfectos. Gabriel Celaya (1911-1991)

Paseos Donostiarras: El Parque de Mandas (Yo viví al lado de ese parque)

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El Parque de Mandas Pavos reales, corzos, estanques de agua muerta. Todo municipal, mas casi con princesas. Inmensas avenidas de invierno y de pureza, y un temblor invisible donde el árbol se acaba, y un secreto buscando por ese laberinto de senderos la forma posible de un oído, que haga ser al sonido y al leve escalofrío de unos visillos blancos en una casa antigua, o quizás a mi mismo cuando iba adolescente por esas soledades, respirando amarillos cansancios y delicias y empapado en nostalgias. Mas de pronto, terrible, juvenil, me sentaba en un banco, ponía mi máquina portátil de escribir en mis muslos, rimaba, tecleaba, tocaba en el piano de mis adoraciones sin pensar que mis letras eran como metralla contra el mágico parque. Yo era tan joven, tan joven. Gabriel Celaya (1911-1991)

Paseos Donostiarras (El Puerto)

El Muelle Me sentaba a pensar. O a no pensar, a ver. Los barcos parecían juguetes de colores. No podía creerlos. No eran verdad del todo. Recurría a algo arcaico. Me negaba a mis ojos. Y entonces sí, vivía verdad en los olores. Yo podía tocar los atunes. Mentira. Eran como unas momias de princesas marinas. Yo podía beber lo mismo que bebían aquellos pescadores en Alcalde o Shabino. Más sólo cuando olía comprendía su fiesta: lo real sin razones de una vida secreta. Gabriel Celaya (1911-1991)

Paseos Donostiarras (El Paseo De Los Fueros)

El Paseo De Los Fueros Voy paseando el río para llorar, para pensar, a veces recordando como por no acabar, y otras como las frondas que tiemblan sin pasar. Paseo de los Fueros, y así fue, y ¿qué será?. De repente me siento fantástico y real con bastón, jipi y barba viviendo en otra edad. Paseo fin de siglo. Ay, hueca inmensidad donde todo redobla, y así parece más. Me quito el jipi, me quito la barba y la dignidad. Mas es inútil: yo soy melancólico y real como mi padre, que un día me trajo aquí a pasear. Gabriel Celaya (Hernani, 1911-1991)

Paseos Donostiarras (Monte Ulía)

Desde Ulía Melancolía. Infancia perpetua. Las campanas oídas desde lejos ya entonces, aunque estaban sonando en el momento de una tarde dorada. Momentos en suspenso. Vibrantes distancias. Parece que no pasa nada. Pero yo observo en esta tarde en pausa, que no soy el que mira, que soy el que miraba. Gabriel Celaya (Hernani, 1911-1991)

El Discurso De Las Catedrales

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Catedral de Edimburgo En La Europa Profunda Yo, casco oscuro que flota entre dos esclusas, descanso en la cama del hotel, mientras alrededor despierta la ciudad. La alarma silenciosa y la luz gris penetran, y me suben lentamente hasta el próximo nivel: la mañana. Horizonte escuchado. Algo quieren decir los muertos. Fuman, pero no comen; no respiran, pero les queda voz. Voy a perderme por las calles como uno de ellos. La catedral ennegrecida, pesada como una luna, hace flujo y reflujo. Thomas Tranströmer (Estocolmo,1931)

Poesía Capaz De Arrancar Una Sonrisa

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El herrero de Ituren (Variación sobre "Ituringo Arotza") El herrero de Ituren José Ramón Iribas le ha dicho a su mujer: - Vete a buscar al Santo , que lo tengo que fundir para hacer unas esquilas . -Hombre, hombre, ¿lo has pensado?, ¿no será un gran pecado?. -Las esquilas hacen falta, y para qué sirve el Santo. José Ramón en el yunque; su mujer triste rezando. -Qué dirán, cuando vayamos a mendigar un consuelo. Oh santos del alto cielo, que no os encuentre el herrero de Ituren, que os fundirá para fabricar cencerros. Gabriel Celaya (Hernani, 1911-1991)

Poesía Céltica

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Loughanure (fragmento) De haber sabido suficiente irlandés en Rannafast En 1953 para comprender La seanchas y las dinnsheanchas; De no haber sido demasiado tímido y joven; De no haber escuchado la historia de Caolite, Quien se había lanzado sobre el cervatillo de Tory Sin ningún reparo hasta un portón en una colina encantada, Para dejarse llevar hasta una silla de cristal sobre el suelo asentada, Mientras al son del arpa una muchacha de rizos de oro cantaba, El lenguaje y el anhelo podrían brincar Hasta el aire limpio de las nubes, el horizonte diluido, Y el lejano "Lago Del Árbol Del Tejo" resplandecido. Seamus Heaney (Condado de Derry, Irlanda del Norte 1939) Trad. Pura Lopez Colomé Ed.Visor de Poesía

Mallarme Puro

Airecillo  Una soledad cualquiera sin el cisne ni el dique refleja el abandono a la mirada que abdiqué. De la vanagloria alta hasta no tocarla, donde los cielos se abigarran con el atardecer. Pero con languidez rodea como blanca lencería robada, tal pájaro fugaz se hunde. La exaltación a su lado. En lo exultante te diluyes. Eres tu ya convertido en tu júbilo desnudo. Stephane Mallarme (1842-1898)

Rimbaud, La Mística De La Fantasía

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Marina Los carros de plata y de cobre, las proas de acero y de plata baten la espuma, rebelan las raíces de las zarzas. Las corrientes del páramo y las inmensas huellas del reflujo se orientan en círculos hacia el Este, hacia los pilares del bosque, hacia los mástiles de la escollera, cuyo ángulo está herido por torbellinos de luz. Arthur Rimbaud (1854-1891)

Quién Osa Contradecir a Rudyard Kipling

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Si Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila, cuando a tu lado todo es cabeza perdida. Si tienes en ti mismo una fe que te niegan, y nunca desprecias las dudas que ellos tengan. Si  aguardas en tu puesto sin fatiga la espera. Y si engañado no engañas, ni buscas más odio que el odio que te tengan. Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres. Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres. Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo. Si piensas y rechazas lo que piensas por vano. Si tropiezas con el Triunfo y si llega tu Derrota, trata a esos dos impostores de igual forma. Si logras que se sepa la Verdad que has hablado, a pesar del sofisma en el Orbe encanallado. Si vuelves al comienzo de la obra perdida, aunque esta obra sea la de toda tu vida. Si arriesgas de un golpe y lleno de alegría tus ganancias de siempre a la suerte de un día; y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea, sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era. Si logras que t

Los Versos De Don Dámaso Y El Ritmo

A los que van a nacer (final) Seréis torrente en furia que va a rodar al páramo. Seréis indagación y grito sin respuesta. Ay, guardad esta luz estremecida. Ay, refrenad el agua, volved al centro exacto. Ay de vosotros… Ay de estos cieguecitos de leche no cuajada, de tierna pulpa vegetal dormida. Ay copos de manteca que hacia el mercado vais de sus ordeños modelados por Dios aún en su música, con las gotas aún de su rocío, entre las verdes hojas de los úteros. Dámaso Alonso (1898-1990)

Deliciosa Trivialidad De Heine

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La diana Bate sin miedo el tambor Y abraza a la cantinera. He aquí la ciencia entera, Y esta del libro mejor Es la acepción verdadera. Que el ruido de tu tambor Despierte al mundo dormido. Toca con ardor diana. Adelante, siempre erguido, Es la ciencia soberana. De Hegel es el profundo Sentido más acabado. Lo aprendí y está probado. Soy un muchacho de mundo Y un tambor aprovechado. Heinrich Heine (1797-1856)