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El ego supremo y la ciencia

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El Yo adorable  (Anti-Pascal) Era un terrible incrédulo. No creía absolutamente en nada salvo en su propio Yo, y en las formas construidas por la mano del hombre. Filosofaba en la madrugada, bien despierto a la luz del intelecto. Sus negaciones adquirían fuerza de inconmovible pesadumbre: dogmas; dogmas propios de incrédulo infalible. Creía en la escritura, en sus palabras de madrugada frente a frente con el Ídolo, con su Soledad, con su Dios, su Yo, Yo, Yo. Paul Valery (1871-1915)