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Aquí Se Perdió Granada...

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Romance del rey moro que perdió Alhama (Año1492) Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada, desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla: -Ay, de mi Alhama... Cartas le fueron venidas que Alhama era ganada; las cartas echó en el fuego, y al mensajero matara: -Ay, de mi Alhama... Descabalga de la mula, y en un caballo cabalga, por el Zacatín arriba subido se había al Alhambra: -Ay, de mi Alhama... Como en el Alhambra estuvo, al mismo punto mandaba que se toquen sus trompetas y sus añafiles de plata: -Ay, de mi Alhama... Y que las cajas de guerra apriesa toquen al arma, porque lo oigan sus moros, los de la Vega y Granada: -Ay, de mi Alhama... Los  moros que el son oyeron que al sangriento Marte llama, uno a uno y dos a dos juntado se ha la gran batalla: -Ay, de mi Alhama... Allí habló un viejo moro, y de esta manera hablara: -Para qué nos llamas, rey,   para qué es esta llamada: -Ay, de mi Alhama...   Habéis de saber, amigos

Una De Mitos y Leyendas

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Romance de Lanzarote Tres hijuelos había el rey, tres hijuelos que no más; por enojo que hubo de ellos, todos maldito los ha. El uno se tornó ciervo, el otro se tornó can, y el otro se tornó moro que pasó las aguas del mar. Andábase Lanzarote entre las damas holgando, grandes voces dio la una: -Caballero, estad parado; si fuese la mi ventura cumplido fuese mi hado, que yo casase con vos y vos conmigo de grado, y me diésedes en arras aquel ciervo del pie blanco. -Dároslo he yo, mi señora, de corazón y de grado, si supiese yo las tierras do el ciervo era criado. Ya cabalga Lanzarote, ya cabalga y va su vía, delante de sí llevaba los sabuesos por traílla. Llegado había a una ermita, do un ermitaño había: -Dios te salve, el hombre bueno. -Buena sea tu venida;   cazador me parecéis   en los sabuesos que traéis. -Dígasme tú, el ermitaño,   tú que haces santa vida.   Ese ciervo del pie blanco   adonde hace su manida. -Quedaros aquí, mi hijo,   ha

Abenamar, Abenamar...

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Romance de Abenamar Por Guadalquivir arriba el buen rey Don Juan camina; encontrara con un moro, que Abenamar se decía. El buen rey desque vido de esta suerte le decía: - Abenamar, Abenamar, moro de la morería, hijo eres de perro moro y de cristiana cativa. Tu padre llaman Alí y a tu madre Catalaina. Cuando naciste estaba la luna crecida, y la mar estaba crecida, viento no la rebullía. Moro que en tal signo nace no debe decir jamás mentira. Preso tengo un hijo tuyo; yo le otorgaré la vida, si me dices la verdad de lo que te preguntaría. - Yo te la diré, rey Don Juan, si tú le otorgas la vida. - Dígasmela tú, moro, que otorgada te sería. Qué castillos son aquellos, que tal alto se yerguen y relucen. -La Alhambra es, Señor, y la otra la Mezquita; los otros los Alíjares, labrados a maravilla. El moro que los labró cien doblas ganaba al día, y el día que no los labra, de lo suyo las perdía; desque los tuvo labrados, el rey le quitó la vida, p