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Mostrando las entradas etiquetadas como poesía canadiense

La lucidez del poeta

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Claridades de lo inexistente Haber amado como sucede en las horas vacías del atardecer; recostarse y concebir un viaje del que no quede ni rastro; mirar desde la casa, y ver una figura que se inclina hacia adelante como contra el viento, aunque no haya viento; ver los sombreros de la gente del pueblo tirados en momentos de pasión, desperdigados en el suelo aunque no pueda verse el suelo. Todo esto en la imprecisa luz amarillenta que desciende la hora antes del anochecer; nada de ello tiene valor, excepto por el placer que proporciona, agrandando un instante y finalmente haciéndolo parecer verdad. Y años después toparse con la misma escena -la figura inclinándose contra el mismo viento, los mismos sombreros desperdigados por el mismo suelo que no se puede ver. Mark Strand (Summerside, Prince Edward Island, Canada, 1934) Casi Invisible . Visor Poesía. Trad. Julio Trujillo

El futuro es sólo una ilusión

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El reloj de arena nietzcheano, o la desgracia del futuro Una vez, mientras mi pensamiento discurría atravesando la luz del día hacia los corredores de bronce del atardecer, y de ahí hacia la promesa de la oscuridad, escuché afuera la voz estresada del reloj de arena, pidiendo que alguien le diera la vuelta, y mostrara que el futuro es sólo una ilusión, que lo que queda por delante es sólo el pasado una y otra vez. Yo era demasiado joven para semejante idea, así que volvió años más tarde, como si necesitara demostrar su propio argumento. Mark Strand (Summerside, Prince Eward Islands, Canada, 1934) 

Buda Sakyamuni: "El dolor es inevitable"

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No Se Podía Hacer Nada El dolor estaba por todas partes. La gente en las esquinas de las calles rompía a llorar de repente. No podían evitarlo. En oscuros apartamentos, en coches estacionados, en mesas al borde de la carretera la gente lloraba. El perro junto a su dueño, el gato en el alféizar también lloraban. El rey y la reina habían muerto, y aunque tenían al príncipe, al primer ministro y a las estrellas de la gran pantalla, todo el mundo lloraba. Y el llanto seguía y seguía, y no podían detenerlo. Mark Strand (Prince Edward Islands, Canada 1934)

El presente es un mapa negro

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Mapas Negros Ni la presencia de las piedras, ni el viento que aplaude, te dejará saber si has llegado, ni el mar que únicamente celebra adioses, ni las montañas, ni las ciudades en su agonía. Nada te dirá adonde estás. Cada momento es un lugar en el que nunca has estado. Puedes caminar creyendo que irradias luz a tu alrededor. ¿Y cómo podrías saberlo? El presente siempre es oscuro. Sus mapas negros salidos de la nada son sólo descripción en su lento ascenso  hacia sí mismos, su propio viaje, su vacío, la desolada, atemperada necesidad de plenitud mientras se alzan al ser, son como aliento. Y si acaso se les estudia, sólo se descubre demasiado tarde, que aquello que interesaba ya no existe. En ninguno de ellos aparece tu casa, ni tus amigos esperando tu aparición, ni están tus enemigos enumerando tus faltas. Sólo estás tú allí, diciendo hola a aquello que serás, y una hierba negra sostiene la oscuridad estelar. Mark Strand (Pr

Las vacas arden como letras de periódicos

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El cuarto Es una vieja historia como acontece alguna vez en invierno. Quien la oye se duerme. Las puertas de la infelicidad se abren, y la desdicha entra en el cuarto. Muerte al amanecer. Muerte al anochecer. Sus alas de madera abanican el aire, y grita el mundo su leche desnatada en sombras. Tenemos necesidad de finales sorpresivos: el verde prado donde las vacas arden como letras de periódico, donde los campesinos descansan mirando, donde nada, cuando sucede, es demasiado terrible. Mark Strand (1934, Prince Edward Island, Canada) 

Al Otro Lado De La Valla

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MI MAESTRO ME DIO Mi maestro me dio lo que no necesito, me dijo lo que no necesito saber. A mitad de un sueño me llevó con cuidado a la cama. Me echó fuera cuando me arrastraba, me llevó dentro cuando estaba en casa. Me remitió a los grillos cuando tenía que cantar, y cuando intentaba estar solo, me ató a una congregación. Cerro sus puños y me machacó hasta su propia forma. Vomitó de asco cuando me hinché sin llenarme. Hundió sus dientes de tigre en todo lo que era mío, y yo me negaba a reconocer. A una increíble velocidad me llevó a través de los pinos hasta aquel reino donde yo ladraba como un perro, me deslizaba con sombras, y saltaba desde un punto de vista. Me dejó ser estudiante de un amor que nunca podré dar. Me permitió representar una amistad con mi mejor amigo. Cuando estuvo seguro de que yo no podría reformarme, me arrojó al otro lado de la valla de la Torá. Leonard Cohen (Montreal, 1934) Colección Visor de Poesía. Trad. Alberto Manzano Entrada dedicada a mi amigo

Fascinante simplismo

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Mi hijo (a la manera de Carlos Drummond de Andrade) Mi hijo, mi único hijo que no tuve, y que sería ya un hombre. Descarnando y sin nombre se mueve, a veces. Viene, y reclina su cabeza más liviana que el aire, sobre mi hombro. Y yo le pregunto: Hijo, dónde te hallas, dónde te ocultas. Y él me responde con un hálito frío: No lo advertías, aunque llamé. Llamé, y continuo llamando desde un lugar lejano. Más alla del amor adonde nada, todo, quiere nacer. Mark Strand (Prince Edward Islands,1934 Canada) Trad. Juan Sanchez Pelaez

Actores y espectadores

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Dejar las cosas intactas En un campo yo soy la ausencia de campo. Esto es siempre así. Donde sea que esté, yo soy lo que falta. Cuando camino parto el aire, y siempre el aire regresa a llenar los espacios donde ha estado mi cuerpo. Todos tenemos razones para movernos. Yo me muevo para dejar las cosas intactas.   Mark Strand (Prince Edward Islands, Canada, 1934)

La heroína

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La aguja y el daño hecho Oi que llamabas a la puerta de mi sótano. Te amo, cariño, pero aún puedo meterme otro más. Oooh, el daño hecho. Llegué a la ciudad, y perdí a mi banda. Vi como la aguja atrapaba a otro hombre. Se algo que vosotros no comprendéis: leche en la sangre para evitar huir. He visto la aguja, y el daño hecho poco a poco en cada uno de nosotros, aunque cada pico sea como una puesta de sol. Neil Percival Young (Toronto, 1945)

Mr. Cohen, la voz judía herida

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Leonard Cohen Goebbels abandona su novela y se afilia al partido Su último poema de amor              se rompió en la bahía, donde rubios personajes blasfemaban, cargando chatarra              en oxidados submarinos. Al sol se sintió sorprendido              al notarse tan carente de deseos como una rueda. Más simple que el dinero se sentó sobre un poco de sal derramada, y se preguntó si volvería a encontrar alguna vez las cicatrices de las farolas úlceras de verja de hierro forjado. Recordaba perfectamente cómo dispuso               el ataque cardíaco de su padre, y cómo dejó a su madre en un pozo con la memoria en blanco por la pérdida de culpabilidad. Precisión bajo el sol: los elevadores               las piezas de hierro dispersaron a cualquiera de vosotros, cuyo dolor hubiera dejado igual que un silbato, que dispersa a un equipo de hombres sudorosos. Preparado para unirse al mundo; sí, sí, dispuesto a casarse, convencido que el dolor es cuest