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Los Versos De Don Dámaso Y El Ritmo

A los que van a nacer (final) Seréis torrente en furia que va a rodar al páramo. Seréis indagación y grito sin respuesta. Ay, guardad esta luz estremecida. Ay, refrenad el agua, volved al centro exacto. Ay de vosotros… Ay de estos cieguecitos de leche no cuajada, de tierna pulpa vegetal dormida. Ay copos de manteca que hacia el mercado vais de sus ordeños modelados por Dios aún en su música, con las gotas aún de su rocío, entre las verdes hojas de los úteros. Dámaso Alonso (1898-1990)

Canto A La Normalidad

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Calle de arrabal Se me quedó en lo hondo una visión tan clara, que tengo que entornar los ojos, cuando intento recordarla. A un lado hay un calvero de solares, enfrente están las casas alineadas, porque esperan que de un momento a otro la primavera pasará. Las sábanas aún goteantes penden de todas las ventanas, el viento juega con el sol en ellas, y ellos ríen del juego y de la gracia. Y hay niñas bonitas que se peinan al aire libre. Cantan los chicos de una escuela la lección. Las once dan. Por el arroyo pasa un viejo cojitranco, que empuja su carrito de naranjas. Dámaso Alonso (1898-1990)

Siempre la palabra e imagen precisa

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Vida Entre mis manos cogí un puñadito de tierra. Soplaba el viento terrero. La tierra volvió a la tierra. Entre tus manos me tienes; tierra soy. El viento orea tus dedos  largos de siglos, y el puñadito de arena -grano a grano, grano a grano- el gran viento se lo lleva. Dámaso Alonso (1898-1990)

La cálida voz poética de Don Dámaso

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Insomnio Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres,                                                        (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo, y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro; y paso largas horas oyendo gemir al huracán, ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna; y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla; y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad  de Madrid,  por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime: qué huerto querrás abonar con nuestra podredumbre... o temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches. Dámaso Alonso (1898-1990)

De pronto emoción, ternura y gran poesía

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Madrigal de las once Desnudas han caído las once campanadas. Picotean la sombra de los árboles las gallinas pintadas, y un enjambre de abejas va rezumbando encima.                                   La mañana ha roto su collar desde la torre. En los troncos se rascan las cigarras. Por detrás de la verja del jardín resbala             quieta                         tu sombrilla blanca. Dámaso Alonso (1898-1990)

Nacemos solos y morimos solos

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Isla del archipiélago Santorini en el Egeo A veces pienso A veces pienso que mi alma fuera como una isla, rodeada durante muchos años de un espejo inconmovible igual a aquel del prodigioso viaje; isla ufana de sus palmeras, de sus cíclopes, de sus flores; llena de vida y de interior isleño con diminutas villas, con sus mercados, con sendas por las que tal vez corre a la aurora un cochecillo traqueteante, pero olvidada, ensimismada en sueños como suaves neblinas, quizás sin conocer al ceñidor azul que la circunda, ese metal que, bella piedra, acerado la ajusta; su razón de existir, lo que le da su ser, su forma de tierno reloj vivo, o de tortuga: isla. Dámaso Alonso (1898-1990) Extraído del poemario " Hijos de la Ira"

Pequeña perla, Don Dámaso...

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Gota pequeña, mi dolor... Gota pequeña, mi dolor. La tiré al mar.                           Al hondo mar. Luego me dije: ¡A tu sabor ya puedes navegar! Más me perdió la poca fe...                           La poca fe de mi cantar. Entre onda y cielo naufragué, y era un dolor inmenso el mar. Dámaso Alonso (1898-1990)