Déjonos harto consuelo su memoria




Coplas A La Muerte De Su Padre y...( 7 )

XXXIII
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero,
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero,

después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta.

XXXIV
Diciendo: Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;

y pues de vida y salud
hicistéis tan poca cuenta,
por la fama
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta,
que os llama.

XXXV
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
es la fama gloriosa
que acá dejáis.

Aunque esta vida de honor
tampoco es eternal
ni verdadera,
mas con todo es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.

XXXVI
El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida delectable
do moran los pecados
infernales;

mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos
con trabajos y aflicciones
contra moros.

XXXVII
Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;

y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganareis.

XXXVIII
(Responde el maestre Don Rodrigo)

No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;

y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.

XXXIX
(Oración)

Tú, que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;

tú, que tan grandes momentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona.

XL
(Fin)

Así con tal entender,
todos los sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,

dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
en su gloria,
que aunque la vida perdió,
dejonos harto consuelo
su memoria.

Jorge Manrique (1440-1479) 




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