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Mostrando entradas de marzo, 2011

El ser humano y la Naturaleza

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Muerte Cientos de cuchillos parecen silbar en el aire de la noche. Una luna brillante ilumina la mar en calma. Hay un gato avezado, que muy cerca afila su mirada acerada. En la entrada de una madriguera asoman un hocico y unos ojos ratoniles. Hojas secas crujen y rasgan la suave brisa, es el ruido brusco y rápido que anuncia la Muerte. En el sigilo un cuchillo de la noche hizo su trabajo implacable y perfecto. Luego el gato vanidoso se relame, y ronronea satisfecho sobre la tapia; mira, pero no ve justo enfrente el azul del mar, que parece infinito. San Sebastian, verano de 2006 Juan M. Pueyo (Esplús, 1953)

Darwish, la voz de la causa palestina

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    MOSCAS VERDES El espectáculo es eso. Espada y vena. Un soñador incapaz de ver más allá del horizonte. Hoy es mejor que mañana, pero los muertos son los que se renovarán y nacerán cada día, y cuando intenten dormir, los conducirá la matanza de su letargo hacia un sueño sin sueños. No importa el número. Nadie pide ayuda a nadie. Las voces buscan palabras en el desierto, y responde el eco claro, herido: "No hay nadie" . Pero alguien dice: “El asesino tiene derecho a defender la intuición del muerto” . Los muertos exclaman: “La víctima tiene derecho a defender su derecho a gritar” . Se eleva la llamada a la oración en el tiempo de la plegaria a los féretros uniformes: ataúdes levantados deprisa, enterrados deprisa. No hay tiempo para completar los ritos: otros muertos llegan apresuradamente de otros ataques, solos o en grupos. Una familia no deja atrás huérfanos ni hijos muertos. El cielo es gris plomizo, y el mar es azul grisáceo, pero al color de la sangre lo ha eclipsado

Nuevos guerrilleros ciegos, jacobinos viejos: la revolución necesaria

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Exilio representativo (fragmento) Aprendes a rogar, a ofrecer tercamente la cruda contrición de tu pueblo a los insaciables burócratas, a los Funcionarios de la Conciencia del Mundo: miras el espejo por los huecos de sus corazones con la luz del día, si todavía estás despierto y tu boca gris de tanto murmurar. Las palabras se arremolinan como parásitos en torno a tu lengua, y hacen nidos en tu garganta. Entre la multitud siempre eres un fugitivo; no fumes, no bebas. ¿No es tu vida un arma?. Decaes envenenado por la desesperación, alanceado como un perro en una calle sin salida, y en el momento que desees romper el cráneo del día, y gritar: "Miren, mi pueblo está de pie. ¡Aquí viene la explosión madre!. ¡El poder!",... entonces habrás olvidado los silencios del lenguaje, de modo que las hormigas saldrán lentas del grito eructado por tus entrañas: guerrilleros ciegos. Breyten Breytenbach (Bonnievale, Sudáfrica, 1939) Extraído de la revista del Fest

El abrazo roto

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Sex Fiction Ballenas perfumadas paseamos cruzando el hilo de la muerte. Los heridos parecen haber roto sus ataduras, y salimos tranquilos viejos planetas rotos por paredes de noche, hacia el barco que espera. Niños muertos, cadáveres de sencilla sonrisa llueven plomo, musitan palabras que son máscaras. Ponen gafas de niebla y de té para ocultar el deseo, que informa nuestras tardes y todas nuestras noches. Hierve el agua en sus teteras, intentamos el sexo más nuevo, y dormimos en camas de siempre espacio yerto. Cocodrilo del aire, mi viejo amigo el saurio se oculta en todas las esquinas, y sólo exhibe su sonrisa en los pliegues. Por las calles vigilan enemigos de un tiempo que antes estaba vivo, y los templos dormidos se estremecen en brillos. Ametrallada la noche se descubre sin horas, y engarza en los cuerpos. Eduardo Haro Ibars (Madrid, 1948-1988)

Historia de amor frente al Muro de Berlín

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Héroes Yo, yo voy a   ser el   rey, y tu, tu  serás la   reina. Quienes dicen ruindades de nosotros no van a ningún sitio. Podemos  ganarles , y aunque sea   sólo   por   un día, podemos   ser   héroes , aunque sea   sólo   por   un día. Para ellos tu... , tu   serás la mala, y yo..., yo estaré borracho  todo el   tiempo, porque   estamos   enamorados,   y  eso  es un   hecho. Sí,   somos amantes ,   y   es que  nada   nos  separará. Podríamos  atrapar al  tiempo , aunque sea sólo por   un día, y entonces seríamos  héroes   por los siglos   de los siglos. ¿Qué quieres   decir ?... A mi me gustaría nadar como  los   delfines ,   como   delfines   pueden   nadar. Porque   nada ,...  nada   nos va a separar. Podemos   batir a quienes nos difaman  por los siglos   de los siglos. Oh,   podemos   ser héroes , aunque sea sólo por   un día. (estribillo) Yo ,...   yo   recuerdo, como de pie   junto al Muro (de Berlín) cuando las balas silbaban sobre  nuestras   cabe

De pronto emoción, ternura y gran poesía

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Madrigal de las once Desnudas han caído las once campanadas. Picotean la sombra de los árboles las gallinas pintadas, y un enjambre de abejas va rezumbando encima.                                   La mañana ha roto su collar desde la torre. En los troncos se rascan las cigarras. Por detrás de la verja del jardín resbala             quieta                         tu sombrilla blanca. Dámaso Alonso (1898-1990)

Escritos de 1963

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Señores de la guerra Vengan,   señores   de la   guerra. Ustedes   que construyen   las grandes armas. Ustedes   que construyen   los aviones   de la muerte. Ustedes   que construyen  las bombas devastadoras. Ustedes   que se escudan   tras sus muros . Ustedes   que se esconden   detrás de sus   escritorios. Sólo quiero   que sepan, que puedo   verles  más allá  de   sus   máscaras. Se   que nunca se puede   hacer   nada, pero cuando   construyen para destruir, entonces están jugando   con   mi   mundo como si fuera  su  juguete. Ustedes   ponen   una   pistola   en mi   mano, y luego cuando comienza la balacera desaparecen  de   mi vista, huyendo a toda prisa tan lejos como pueden . Al igual que   el Judas de antaño ustedes  mienten y engañan. Una   guerra   mundial  se puede ganar dicen. Y quieren   que me lo crea. Pero yo   veo   a través de  s us ojos, veo a   través de   sus   cerebros, del mismo modo que   veo   a l   agua desaparecer por   mi  retr

Like a rolling stone

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Como una piedra rodante En otros tiempos cuando vestías tan elegante, tirabas diez céntimos a los vagabundos desde tu mundo de lujo.   ¿No lo hacías?... La gente te decía: "Ten cuidado, muñeca, puedes caer". Creías que se burlaban de tí, y tú solías reírte de los colgados.  Ahora no hablas tan alto, ahora no pareces tan orgullosa, cuando necesitas pedir para tu próxima comida. Qué se siente, qué se siente, al estar sin un hogar, como un completo desconocido, como una piedra rodante. Has ido a los mejores colegios, señorita solitaria, y allí aprendiste a tener buen juicio,  pero nunca nadie te enseñó cómo vivir en la calle, y ahora descubres, que vas a tener que acostumbrarte a ello. Decías que nunca te comprometerías con los misteriosos mendigos, pero ahora  te das cuenta, que ellos no te venden ninguna excusa, mientras observas el vacío de la cuenca de sus ojos, y les preguntas: "¿Quieres hacer un trato?". Qué se siente, qué se sie

IV Recordando cosas bellas de Japón en sus días de tragedia

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Chuei Yagi en una lectura de poesía Corre Kerouac Un atardecer de otoño estando de pie en Times Square, acaso yo intentaba cortar en pedazos un sueño momentáneo.  Grandes y tristes se cruzan los vientos de la bandera de Estados Unidos,  y las estrellas vocean. En medio de la animada avenida de los sueños corre Kerouac, Sigue su sombra una máquina de escribir,  echa humo, habla sin parar. ¡Plaf!, se chocan los taxis amarillos. Desde el grueso brazo de un taxista me hace guiños la tatuada América. Cada vez que sopla el viento cálido la tierra se tambalea. Oh lunático, católico místico, vigilante del incendio forestal del Servicio de Silvicultura... Se derrumban las nubes de la cumbre. Una isla optimista da un alarido, lavada fuertemente por el río. ¿De dónde he venido caminando?, En esta ciudad hay de todo, y no hay nada: policías a caballo, muslitos de mujeres. Ay, el dolor me parte la cabeza. Kerouac corre. Un perro corre arrastrando arcoiris y estrel

III Recordando cosas bellas de Japón en sus días de tragedia

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Meditación ardiente Soy una meditación que quema. Dentro guardo una isla acuosa, pájaros marinos y la luna llena. Alquilo un hogar a los cocodrilos del Nilo, y mi meditación no es agua azulada sino rojo deseo. Creciendo en sus ojos alimento los cocodrilos con un sol deleitable, y los dejo dormir. Vivo en una meditación que quema, oyendo la isla acuosa golpeada por las olas, callada silenciosamente. Kazuko Shiraishi [Vancouver, 1931]  Una de las más conocidas poetas de hoy, ha recibido premios como el Mugen, Rekitei, Jun Takami o Yomiuri. Trad. Fernando Barbosa

II Recordando cosas bellas de Japón en sus días de tragedia

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Las mejillas coloradas de mi madre En los inviernos se hicieron más coloradas las mejillas de mi madre, y brillaron vivamente, de especial manera, aquel invierno del año en que se perdió la Guerra. Entonces por el golpe de la derrota se enfriaron aún más los corazones de la gente. Ese frío hizo que la nieve fuera más intensa, en la zona semirural que está en las afueras de la ciudad de Yokohama. Y a medianoche cuando vinieron a buscarla, mi madre salió desafiando el viento glacial sobre su bicicleta, amarró el maletín negro al portaequipajes, y partió hacia la casa, donde esperaba la embarazada, aguantando sus dolores de parto. Siempre vinieron a buscarla a las altas horas de la noche, y mi madre antes de salir averiguaba sin falta la hora del pleamar. Mi hermano menor y yo, que éramos estudiantes de primaria, nos aferrábamos a las ropas de la cama, mientras abrazábamos el vacío que quedaba después de la salida de nuestra madre, y le pedíamos que nos jurara, que