Cementerio marino II

 

         Cementerio marino
                     (continuación)

                             VI

Cielo hermoso, cielo verdadero, mírame que yo cambio
después de tanto orgullo, después de tan extraña
ociosidad aún plena de poderío
me abandono a ese brillante espacio.
Sobre las casas de los muertos mi sombra pasa;
me aprisiona en su blanco vaivén.

                               VII

El alma expuesta a las antorchas del solsticio.
Yo te sostengo, admirable Justicia,
de la luz a las armas sin piedad.
Yo te devuelvo pura a tu lugar primario.
¡Mírate!...aunque sustraer la luz,
suponga a la sombra una áspera mitad.

                               VIII

Oh, para mi sólo, en mi sólo, en mi mismo
junto al corazón y la fuente misma del poema,
entre el vacío y el suceso puro
espero el eco de mi grandeza interior.
Amarga, sombría y sonora cisterna
suena en el alma un hueco siempre futuro.

                                IX

Sabes tú, falso cautivo de los follajes,
golfo glotón de estos flojos enrejados
sobre mis ojos cerrados evanescentes secretos,
qué cuerpos me arrastran a su pereza final,
qué frente me inclina a esta tierra ósea.
Hay un centelleo allí y pienso en mis ausentes.

                                X

Cerrado, sagrado, pleno de un fuego sin materia,
fragmento terrestre ofrecido a la luz.
Me complace este lugar flambeado por velas,
compuesto de oro, de piedra, de árboles sombríos,
donde el mármol tiembla sobre las sombras.
El mar fiel duerme allí sobre mis tumbas.



Paul Valery (1871-1945)
Trad. Juan M. Pueyo

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