Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2010

La certidumbre del emperador Juliano y los antioquinos

Imagen
Moneda del emperador Juliano el Apóstata acuñada en Antioquía Ni la letra C, dicen, ni la letra K habían hecho nunca daño a la ciudad... encontraremos intérpretes...y aprenderemos que esas son la iniciales de unos nombres: la primera de Cristo y la segunda de Konstancio. Juliano, Misopogon Juliano y los antioquinos Era concebible que nunca renunciaría a su deslumbrante estilo de vida, al rango de sus placeres cotidianos, a su brillante teatro que hacía comulgar de manera armoniosa el Arte y la erótica de la carne. Inmoral hasta cierto punto, y probablemente un poco más, que con total seguridad lo era. Sin embargo, no tenía más satisfacción que su vida, que era la vida de lujo de Antioquía; deliciosamente sensual; de absoluto buen gusto. Renunciar a todo eso... y además ¿para qué? Su aire enardecido frente a los falsos dioses. Su aburrida autopromoción. Su infantil miedo al teatro. Su gracia mojigata; su ridícula barba. En verdad preferirian la letra C, o

Un ouija familiar proporciona un poema a L. Reed

Imagen
Mi casa La imagen del poeta con los gansos en medio de la brisa canadiense volando sobre los árboles, mientras una neblina se cierne suavemente sobre el lago. Mi casa es muy hermosa por la noche. Mi amigo y maestro ocupa la habitación de invitados. Él está muerto en paz ya al fin con el Judío Errante, otros amigos pusieron piedras en su tumba. Fue el primer gran tipo con quien me encontré en la vida. Sylvia y yo marcamos en nuestra Ouija su espíritu, que a través de la sala se elevó. Nos quedamos alucinados y felices con lo que vimos: Estaba ardiendo el regio y orgulloso nombre de Delmore. Delmore, me perdí tu divertida elegancia, me perdí tus bromas, y todas las cosas brillantes que decías. Mi Dédalus para tu Bloom en perfecta comunión. Y te he encontrado en mi casa, en la que vivo una vida perfecta. Realmente soy muy afortunado con mi vida. Tengo mi escritura, mi moto, mi esposa, aunque por encima de todo tengo el espíritu de la pura poesía, que convive

El maestro de L. Reed

Imagen
En la cama vacía, en la caverna de Platón En la cama vacía, en la caverna de Platón, las luces reflejadas se deslizaron lentamente sobre la pared, los carpinteros martillearon bajo la ventana en sombras, el viento movió toda la noche las cortinas, y una flota de camiones subía cuesta arriba renqueante con la carga cubierta, como de costumbre. El techo se iluminó una vez más, el diagrama inclinado se deslizó hacia delante con lentitud. Al escuchar los pasos del lechero, su esfuerzo en la escalera y el sonido de las botellas, me levanté de la cama, y encendí un pitillo, luego me acerqué a la ventana. La calle de piedra era testigo del silencio de los edificios, la vigilia de los faroles y la paciencia del caballo. El cielo puro del invierno me empujó de nuevo a la cama con ojos cansados. La extrañeza crecía en el aire inmóvil. La flotante neblina se volvió gris. Temblorosos vagones, cataratas de cascos sonaban en la lejanía, cada vez más fuerte y más cerca. Un

Otro capítulo de la novela del Sr. Reed

Imagen
El día que John Kennedy murió Soñé que era Presidente de estos Estados Unidos. Soñé que abolía la ignorancia, la estupidez y el odio. Soñé la unión perfecta y una ley perfecta, incontestables. Y más que nada soñé, que había olvidado el día que John Kennedy murió. Soñé que yo podría hacer, lo que otros no hicieron. Soñé que era incorruptible y limpio con todo el mundo. Soñé que no era un bruto o un primario, un criminal sobre la presa. Y más que nada soñé, que había olvidado el día que John Kennedy murió. Recuerdo adonde estaba ese día. Estaba sentado en el bar. El equipo de la universidad jugaba al fútbol en la TV. De repente la pantalla se cortó, y el locutor dijo: "Ha sucedido una tragedia. Hay aspectos sin confirmar, pero han disparado sobre el Presidente. Puede estar muerto, o muriendo". De manera entrecortada alguien gritó: "¿Qué?". Salí corriendo a la calle, la gente se reunía, y decían: "¿Has oído lo que dicen en la TV?".

Lupercio de Argensola, un poeta barbastrense

Imagen
Si quiere Amor que siga sus antojos Si quiere Amor que siga sus antojos, y a sus hierros de nuevo rinda el cuello, que por ídolo adore un rostro bello, y que vistan su templo mis despojos; la flaca luz renueve de mis ojos, restituya a mi frente su cabello, a mis labios la rosa y primer vello, que ya pendiente y yerto es dos manojos. Y entonces, como sierpe renovada, a la puerta de Filis inclemente resistiré a la lluvia y a los vientos. Mas si no ha de volver la edad pasada, y todo con la edad es diferente, ¿por qué no lo han de ser mis pensamientos? Lupercio Leonardo de Argensola (Barbastro, 1559-1613)

Kiarostami, el cineasta poeta

Imagen
Josravanis* La mujer de pelo blanco contempla las florecillas del cerezo. ¿Ha llegado tal vez la primavera de mi vejez?. &&&&&&& Un viejo monje desayuna a solas: el sonido de la tetera hirviendo. &&&&&&& La hoja del platanero cae suavemente, y se sosiega en su sombra un mediodía de otoño. &&&&&&& Pensándolo bien: no comprendo la razón del desmesurado amor de las madres a los hijos. Pensándolo bien: no comprendo la razón de la desmesurada fidelidad del perro. Abbas Kiarostami (Teheran, 1940) *Poemas cortos en la tradición poética iraní, al estilo de los "haikus" japoneses.

El corazón sigue sollozando en su sueño (E.Dickinson)

Imagen
Hubiera matado de hambre a un mosquito Hubiera matado de hambre a un mosquito, vivir tan estrechamente como yo; pero yo era sólo un ser humano vivo necesitado de alimento. Pesaba sobre mi como una garra que no me soltaba, como una sanguijuela que no se desprende, como un dragón inmutable. Como el mosquito yo no tenía el privilegio de volar, y buscar comida; Entonces, ¿cuánto más poderosa era yo?. Yo tampoco tenía ese arte que versa sobre el vidrio de la ventana: impulsar mi pequeño ser hacia afuera, y nunca más comenzar de nuevo. Emily Dickinson (Amherst, Mass, 1830-1886)

Don Manuel, el hombre de la rima fácil y poco seso

Imagen
Retrato Esta es mi cara, y ésta es mi alma: leed. Unos ojos de hastío y una boca de sed. Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe. Calaveradas, amoríos... Nada grave. Un poco de locura, un algo de poesía, una gota del vino de la melancolía. ¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador no lo he sido; ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido. Bebo por no negar mi tierra de Sevilla media docena de cañas de manzanilla. Las mujeres sin ser un tenorio, ¡eso no!-, tengo una que me quiere, y otra a quien quiero yo. Me acuso de no amar sino muy vagamente, una porción de cosas que encantan a la gente. La agilidad, el tino, la gracia, la destreza; más que la voluntad, la fuerza, la grandeza. Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero a olor helénico y puro, lo chic y lo torero. Un destello de sol y una risa oportuna amo más que las languideces de la luna. Medio gitano y medio parisino, dice el vulgo, con Montmartre y con la Macarena comulgo. Y antes que tal poeta mi de

Poesía de más de dos mil años

Imagen
Safo de Mitilene Dicen que  una tropa de carros unos Dicen que una tropa de carros unos, otros que de infantes, de naves otros es lo más hermoso en esta negra tierra; que una ama. Y es sencillo hacer que cualquiera entienda esto, pues Helena cuya belleza aventajaba a todas, a su marido alto en honores dejó, y se fue por el mar a Troya; ni de su hija ni de sus propios padres quiso ya acordarse. Ahora esto me recuerda, que mi Anatoria no está presente. De ella quisiera ver su amable andar y la luz clara de su rostro antes que carros lidios o mil guerreros llenos de armas. Safo (Mitilene, Lesbos, 650/610- 580 a.c.)

Un desconocido trasnochador llamado Jorge Guillen

Imagen
Amanecer en Praga Madrugador en la ciudad El cielo gris y blanco de este día que acaba de nacer sin arreboles, recibe con deleite algunas luces eléctricas, las públicas, gozadas ya también por algún matutino sonriente, sensible a una magnífica sensación de acto heroico. Soledades con resto esquelético de noche afronta a paso firme el transeúnte. Insigne en la ciudad, su vencedor. Jorge Guillen (Valladolid, 1893-1984)

El cura Bartolomé no se anda por las ramas

Imagen
A una dama que sin beber vino, ni tener negros los dientes, le olía mal la boca. Señal de poca castidad. Si nunca Baco y siempre fuente viva para tus labios su licor ofrece, y de apariencia artificial carece esa belleza sólida y nativa, ¿de qué causa tu aliento se deriva, que los tersos marfiles obscurece?. Hoy huele a yema pollo, que perece corrompido en la cáscara abortiva. Decir que en los convites excediendo se estraga el huelgo, como en su frecuencia de tu rara templanza te desvíes, no lo quiero creer, con tu licencia. Colorada te pones y te ríes. Mal disimulas, Filis, ya lo entiendo . Bartolomé Leonardo de Argensola (Barbastro, 1562-Zaragoza, 1631)