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Mostrando entradas de 2010

La certidumbre del emperador Juliano y los antioquinos

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Moneda del emperador Juliano el Apóstata acuñada en Antioquía Ni la letra C, dicen, ni la letra K habían hecho nunca daño a la ciudad... encontraremos intérpretes...y aprenderemos que esas son la iniciales de unos nombres: la primera de Cristo y la segunda de Konstancio. Juliano, Misopogon Juliano y los antioquinos Era concebible que nunca renunciaría a su deslumbrante estilo de vida, al rango de sus placeres cotidianos, a su brillante teatro que hacía comulgar de manera armoniosa el Arte y la erótica de la carne. Inmoral hasta cierto punto, y probablemente un poco más, que con total seguridad lo era. Sin embargo, no tenía más satisfacción que su vida, que era la vida de lujo de Antioquía; deliciosamente sensual; de absoluto buen gusto. Renunciar a todo eso... y además ¿para qué? Su aire enardecido frente a los falsos dioses. Su aburrida autopromoción. Su infantil miedo al teatro. Su gracia mojigata; su ridícula barba. En verdad preferirian la letra C, o

Un ouija familiar proporciona un poema a L. Reed

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Mi casa La imagen del poeta con los gansos en medio de la brisa canadiense volando sobre los árboles, mientras una neblina se cierne suavemente sobre el lago. Mi casa es muy hermosa por la noche. Mi amigo y maestro ocupa la habitación de invitados. Él está muerto en paz ya al fin con el Judío Errante, otros amigos pusieron piedras en su tumba. Fue el primer gran tipo con quien me encontré en la vida. Sylvia y yo marcamos en nuestra Ouija su espíritu, que a través de la sala se elevó. Nos quedamos alucinados y felices con lo que vimos: Estaba ardiendo el regio y orgulloso nombre de Delmore. Delmore, me perdí tu divertida elegancia, me perdí tus bromas, y todas las cosas brillantes que decías. Mi Dédalus para tu Bloom en perfecta comunión. Y te he encontrado en mi casa, en la que vivo una vida perfecta. Realmente soy muy afortunado con mi vida. Tengo mi escritura, mi moto, mi esposa, aunque por encima de todo tengo el espíritu de la pura poesía, que convive

El maestro de L. Reed

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En la cama vacía, en la caverna de Platón En la cama vacía, en la caverna de Platón, las luces reflejadas se deslizaron lentamente sobre la pared, los carpinteros martillearon bajo la ventana en sombras, el viento movió toda la noche las cortinas, y una flota de camiones subía cuesta arriba renqueante con la carga cubierta, como de costumbre. El techo se iluminó una vez más, el diagrama inclinado se deslizó hacia delante con lentitud. Al escuchar los pasos del lechero, su esfuerzo en la escalera y el sonido de las botellas, me levanté de la cama, y encendí un pitillo, luego me acerqué a la ventana. La calle de piedra era testigo del silencio de los edificios, la vigilia de los faroles y la paciencia del caballo. El cielo puro del invierno me empujó de nuevo a la cama con ojos cansados. La extrañeza crecía en el aire inmóvil. La flotante neblina se volvió gris. Temblorosos vagones, cataratas de cascos sonaban en la lejanía, cada vez más fuerte y más cerca. Un

Otro capítulo de la novela del Sr. Reed

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El día que John Kennedy murió Soñé que era Presidente de estos Estados Unidos. Soñé que abolía la ignorancia, la estupidez y el odio. Soñé la unión perfecta y una ley perfecta, incontestables. Y más que nada soñé, que había olvidado el día que John Kennedy murió. Soñé que yo podría hacer, lo que otros no hicieron. Soñé que era incorruptible y limpio con todo el mundo. Soñé que no era un bruto o un primario, un criminal sobre la presa. Y más que nada soñé, que había olvidado el día que John Kennedy murió. Recuerdo adonde estaba ese día. Estaba sentado en el bar. El equipo de la universidad jugaba al fútbol en la TV. De repente la pantalla se cortó, y el locutor dijo: "Ha sucedido una tragedia. Hay aspectos sin confirmar, pero han disparado sobre el Presidente. Puede estar muerto, o muriendo". De manera entrecortada alguien gritó: "¿Qué?". Salí corriendo a la calle, la gente se reunía, y decían: "¿Has oído lo que dicen en la TV?".

Lupercio de Argensola, un poeta barbastrense

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Si quiere Amor que siga sus antojos Si quiere Amor que siga sus antojos, y a sus hierros de nuevo rinda el cuello, que por ídolo adore un rostro bello, y que vistan su templo mis despojos; la flaca luz renueve de mis ojos, restituya a mi frente su cabello, a mis labios la rosa y primer vello, que ya pendiente y yerto es dos manojos. Y entonces, como sierpe renovada, a la puerta de Filis inclemente resistiré a la lluvia y a los vientos. Mas si no ha de volver la edad pasada, y todo con la edad es diferente, ¿por qué no lo han de ser mis pensamientos? Lupercio Leonardo de Argensola (Barbastro, 1559-1613)

Kiarostami, el cineasta poeta

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Josravanis* La mujer de pelo blanco contempla las florecillas del cerezo. ¿Ha llegado tal vez la primavera de mi vejez?. &&&&&&& Un viejo monje desayuna a solas: el sonido de la tetera hirviendo. &&&&&&& La hoja del platanero cae suavemente, y se sosiega en su sombra un mediodía de otoño. &&&&&&& Pensándolo bien: no comprendo la razón del desmesurado amor de las madres a los hijos. Pensándolo bien: no comprendo la razón de la desmesurada fidelidad del perro. Abbas Kiarostami (Teheran, 1940) *Poemas cortos en la tradición poética iraní, al estilo de los "haikus" japoneses.

El corazón sigue sollozando en su sueño (E.Dickinson)

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Hubiera matado de hambre a un mosquito Hubiera matado de hambre a un mosquito, vivir tan estrechamente como yo; pero yo era sólo un ser humano vivo necesitado de alimento. Pesaba sobre mi como una garra que no me soltaba, como una sanguijuela que no se desprende, como un dragón inmutable. Como el mosquito yo no tenía el privilegio de volar, y buscar comida; Entonces, ¿cuánto más poderosa era yo?. Yo tampoco tenía ese arte que versa sobre el vidrio de la ventana: impulsar mi pequeño ser hacia afuera, y nunca más comenzar de nuevo. Emily Dickinson (Amherst, Mass, 1830-1886)

Don Manuel, el hombre de la rima fácil y poco seso

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Retrato Esta es mi cara, y ésta es mi alma: leed. Unos ojos de hastío y una boca de sed. Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe. Calaveradas, amoríos... Nada grave. Un poco de locura, un algo de poesía, una gota del vino de la melancolía. ¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador no lo he sido; ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido. Bebo por no negar mi tierra de Sevilla media docena de cañas de manzanilla. Las mujeres sin ser un tenorio, ¡eso no!-, tengo una que me quiere, y otra a quien quiero yo. Me acuso de no amar sino muy vagamente, una porción de cosas que encantan a la gente. La agilidad, el tino, la gracia, la destreza; más que la voluntad, la fuerza, la grandeza. Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero a olor helénico y puro, lo chic y lo torero. Un destello de sol y una risa oportuna amo más que las languideces de la luna. Medio gitano y medio parisino, dice el vulgo, con Montmartre y con la Macarena comulgo. Y antes que tal poeta mi de

Poesía de más de dos mil años

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Safo de Mitilene Dicen que  una tropa de carros unos Dicen que una tropa de carros unos, otros que de infantes, de naves otros es lo más hermoso en esta negra tierra; que una ama. Y es sencillo hacer que cualquiera entienda esto, pues Helena cuya belleza aventajaba a todas, a su marido alto en honores dejó, y se fue por el mar a Troya; ni de su hija ni de sus propios padres quiso ya acordarse. Ahora esto me recuerda, que mi Anatoria no está presente. De ella quisiera ver su amable andar y la luz clara de su rostro antes que carros lidios o mil guerreros llenos de armas. Safo (Mitilene, Lesbos, 650/610- 580 a.c.)

Un desconocido trasnochador llamado Jorge Guillen

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Amanecer en Praga Madrugador en la ciudad El cielo gris y blanco de este día que acaba de nacer sin arreboles, recibe con deleite algunas luces eléctricas, las públicas, gozadas ya también por algún matutino sonriente, sensible a una magnífica sensación de acto heroico. Soledades con resto esquelético de noche afronta a paso firme el transeúnte. Insigne en la ciudad, su vencedor. Jorge Guillen (Valladolid, 1893-1984)

El cura Bartolomé no se anda por las ramas

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A una dama que sin beber vino, ni tener negros los dientes, le olía mal la boca. Señal de poca castidad. Si nunca Baco y siempre fuente viva para tus labios su licor ofrece, y de apariencia artificial carece esa belleza sólida y nativa, ¿de qué causa tu aliento se deriva, que los tersos marfiles obscurece?. Hoy huele a yema pollo, que perece corrompido en la cáscara abortiva. Decir que en los convites excediendo se estraga el huelgo, como en su frecuencia de tu rara templanza te desvíes, no lo quiero creer, con tu licencia. Colorada te pones y te ríes. Mal disimulas, Filis, ya lo entiendo . Bartolomé Leonardo de Argensola (Barbastro, 1562-Zaragoza, 1631)

Eliminad a ese tipo, es un peligroso idealista loco

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Un héroe de la clase trabajadora Nada más nacer te hacen sentir pequeño, sin darte tiempo a nada en lugar de dártelo todo, hasta que el dolor es tan grande que no sientes, y todo te da igual. Un héroe de la clase obrera es algo que podrías ser. Te hieren en casa, y te pegan en la escuela. Allí te odian si eres listo, y desprecian al tonto, hasta que estás tan jodidamente loco, que eres incapaz de seguir sus reglas. Un héroe de la clase obrera es algo que podrías ser. Después que te han torturado y asustado durante veinte putos años, entonces esperan que elijas una carrera, pero estás tan acojonado, que no puedes funcionar. Un héroe de la clase obrera es algo que podrías ser. Te drogan con la religión, el sexo y la tele, y tú te crees tan listo, tan independiente y tan libre; aunque  a mí me parece, que sigues siendo un jodido paleto, muy alejado del héroe de la clase obrera que podrías ser. Hay un buen cobijo en la cima, te dicen, pero primero debes a

Palabra y color

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Bodegón con la Danza, Matisse. Museo de L´Ermitage, St. Petersburgo Luz natal (Fragmento) Entre muros y torres ved el aire: un aire de afluencias matutinas que también será ardor hasta por las penumbras y las sombras. Y quién te encerrará, movimiento del fuego. Habrás de resignarte a ser ceniza, mortuoria ceniza problemática. Mientras la Historia...¿Dónde?. Historia por mis venas y huesos, Historia en este soplo que alentándome está la frase actual. Amarillentas ruinas... y el impulso que llega de vosotros, los vivientes aún en esta pulsión que marcha sola. Sin mi, tan mía, yo. Yo, bajo mis vocablos resonantes de rutas; a través de mi propia libertad hacia lo todavía no existente, hacia tardes de una luz que espera, de un matiz que nunca vive solo. Jorge Guillén (Valladolid, 1893-1984)

Gloria Fuertes, una poeta sencilla y exquisita

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Ya ves que tontería Ya ves que tontería, me gusta escribir tu nombre. Llenar papeles con tu nombre, llenar el aire con tu nombre; decir a los niños tu nombre, escribir a mi padre muerto, y contarle que te llamas así. Me creo, que siempre que lo digo me oyes. Me creo, que da buena suerte. Voy por las calles tan contenta, y no llevo encima nada más que tu nombre. Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998)  

Algunos versos imperecederos de Jaime Gil

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Píos deseos al empezar el año Pasada ya la cumbre de la vida justo al otro lado, yo contemplo un paisaje no exento de belleza en los días de sol, aunque inhóspito en invierno. Aquí sería dulce levantar la casa que en otros climas no necesité, aprendiendo a ser casto y a estar solo: un orden de vivir es la sabiduría. Y qué estremecimiento purificado me recorrería, mientras atiendo al mundo de otro modo mejor, menos intenso. Y medito en las horas tranquilas de la noche, cuando el tiempo convida a los estudios nobles, al severo discurso de las ideologías -o la advertencia de las constelaciones en la bóveda azul... Aunque el placer del pensamiento abstracto es lo mismo que todos los placeres: reino de juventud. Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990)

La prosa poética de Turgueniev

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Puerto de Hamburgo En la mar Iba desde Hamburgo a Londres en un pequeño vapor. Éramos dos pasajeros: yo y una hembra de mono, como esas que un comerciante de Hamburgo suele regalar a su pareja inglesa. Ella estaba atada con una cadena a uno de los asientos en la cubierta, se movía con inquietud, y gemía quejumbrosa como un pájaro. Cada vez que pasaba a su lado alargaba su pequeña, fría mano negra, mirando hacia mí con sus tristes, casi humanos ojos. Tomé su mano, ella dejó de gimotear, y siguió moviéndose nerviosamente alrededor de mi. Había una calma chicha. La mar se extendía por todas partes como una inmóvil hoja de color plomizo. Una niebla radial se apoderó de la cubierta, parecía ligera y frágil, aunque ocultaba la misma punta del mástil; aturdía y cansaba los ojos con su oscuridad suave. El sol colgaba de un rojo opaco falto de definición en esta oscuridad; pero en el preludio de la noche brillaba con extraña, espeluznante luz misteriosa. De manera intermitente

Paul Celan, su rastro de fuego en la lengua alemana

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Jerusalem al interior del muro. Ludwig Blum (1930) Estaba Estaba la pizca de higo en tu labio. Estaba Jerusalén a nuestro alrededor. Estaba el aroma de los pinos albares sobre el barco danés que bendecíamos. Yo estaba en ti.  ti. Paul Celan (Chernovtsi, 1920-1970) Versión de José L. Reina Palazó n

¿Se trataba de una evocación de Paul Verlaine?

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Tú crees en el ron del café y en los presagios Tú crees en el ron del café y en los presagios, y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados. Tú crees en los cuentos de hadas, en los días nefastos y en los sueños; yo creo solamente en tus bellas mentiras. Tú crees en un vago y quimérico Dios o en un santo especial, y rezas para curar males en alguna oración. Mas yo creo en las horas azules y rosadas, que tú a mí me procuras y en voluptuosidades de hermosas noches blancas. Y tan profunda es mi fe, y tanto eres para mí, que de todo en lo que creo, sólo vivo para ti. Paul Verlaine (Metz, 1844-1896) Versión de Luis Garnier

Antonio Vega, la elegancia en la cultura pop

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  Pasa el otoño  Pasa el otoño en Madrid, y el color ocre se funde a gris, vuelven recuerdos de inviernos pasados junto a ti. Sentado hoy frente al mar, nada perturba la paz, Y ahora comparto contigo nuestra verdad. Y es que de hecho hasta hoy, no me ha importado nunca adonde voy; en cualquier puerto puedo recaer, ser quien sea, ser como soy. Atadas manos y pies al corazón que fui fiel, ojala me condenaran a la niñez. Pero después descubrí, que amar en libertad no era sufrir, ojala me condenaran a compartir. Y llegó la madurez, ideas claras; saber lo que quieres ser, ojala me condenaran a no volver. Quiero oír crujir las hojas al andar una vez más, porque el otoño pasa en Madrid. Quiero guardar hojas doradas hasta abril. Pasa el otoño en Madrid. Antonio Vega (Madrid, 1957-2009)

La heroína

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La aguja y el daño hecho Oi que llamabas a la puerta de mi sótano. Te amo, cariño, pero aún puedo meterme otro más. Oooh, el daño hecho. Llegué a la ciudad, y perdí a mi banda. Vi como la aguja atrapaba a otro hombre. Se algo que vosotros no comprendéis: leche en la sangre para evitar huir. He visto la aguja, y el daño hecho poco a poco en cada uno de nosotros, aunque cada pico sea como una puesta de sol. Neil Percival Young (Toronto, 1945)

Dylan is Dylan

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Dylan, 1962 Sobre el puente de Brooklyn Sobre el puente de Brooklyn estaba inclinado, y de pie en el borde había un predicador hablándole. Estuve cambiando de posición continuamente, para poder ver desde todos los ángulos por un lado y otro de los cuellos estirados y las cosas. La policía contenía a la gente, la señora que está a mi espalda irrumpe en mi ingle: "enfermos, enfermos, algunos están realmente enfermos", como el número circense del trapecio: "oh espero que no lo haga". Él estaba al otro lado de la barandilla, sus ojos terriblemente abiertos bañado por el sudor boca de tiburón las sucias mangas de la camisa subidas los brazos gruesos y tatuados, y llevaba un reloj de plata; echándole una rápida ojeada, yo podría decir que estaba inútilmente sólo, no pude quedarme allí mirándole no pude quedarme allí mirándole, porque de pronto me di cuenta, que en lo más profundo de mi corazón deseaba realmente verle saltar. Robert A

El viaje es ver

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Quetzalcoatl. Codice borbónico Quetzalcoatl (Fragmento) La ciudad contemplada desde el monte desnuda la intención secreta de sus calles, creídas al pisarlas confusión sin rumbo; así desnudó el tiempo aquellos años nuestros preliminares, aunque perdidos parecieran: su dispersión impulsó al aire la semilla, que caída en la tierra, dio luego la cosecha. Y el momento llegó cuando nos fuimos por el mar un puñado de hombres; el mundo era sin límites, igual a mi deseo. Frente al afán de ver, de ver con estos ojos que ha de cegar la muerte. Lo demás... qué valía. Mas este pensamiento a nadie dije entre mis compañeros, a quienes hostigaba la ambición de riqueza y poderío. Luis Cernuda (1902-1963)

La música y la ensoñación

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Fantasía Existe una tonada por la que yo daría todo Mozart, Rossini, y todo Weber. Una vieja tonada languideciente y fúnebre que me trae a mi solo su secreto encanto. Cada vez que la escucho me hace doscientos años (es sobre Luis Trece) más joven; y entonces yo creo ver una ladera verde, que amarillea el ocaso; luego un alcazar de ladrillo y piedra y vidrieras teñido con colores rojizos, rodeado de amplios parques, y también un arroyo a sus pies que entre las flores corre; luego una dama de vestimenta antigua, rubia con ojos negros en su altísima ventana, acaso ya vista en otra vida, y de quien me acuerdo. Gerard de Nerval (1808-1855) Versión de Anibal Núñez

La pura inocencia de la edad tardía

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Paraíso regado Sacude el agua a la hoja con un chorro de rumor. Alumbra el verde y le moja dentro de un fulgor. ¡Qué olor a brusca tierra inmediata!. Así me arroja y me ata lo tan soleadamente despejado, a este retiro fresquísimo que respiro con mi Adán más inocente. Jorge Guillen (1893-1984) Aunque se que no la leerá jamás, dedico esta entrada a mi padre, un agricultor vocacional amante de la naturaleza, que ayer cumplió 85 años en su paraíso más puro e inocente.

La codicia del conquistador

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Arrozal cerca de Calicut, donde desembarcó Vasco de Gama en Kerala Al solo afán de viajar más allá de una India espléndida y borrosa, este saludo sea mensajero del tiempo, cabo que tu popa dobla sobre alguna jarcia baja mientras cabecea con la carabela; espumoso siempre en su aleteo un pájaro de nueva anunciación que gritaba monótono, sin que el timón se desviara de un inútil yacimiento: noche, desesperación y pedrería por su canto reflejado, hasta en la sonrisa del pálido Vasco. Stephanne Mallármè (1842-1898) Trad. Juan Pueyo

Jaime Gil y Barcelona

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Plaza Real Barcelona ja no és bona, o mi paseo solitario en primavera (fragmento) Todo fue una ilusión, envejecida como la maquinaria de sus fábricas, o como la casa en Sitges o Caldetas heredada también por el hijo mayor. Sólo montaña arriba cerca ya del castillo, de sus fosos quemados por los fusilamientos dan señales de vida los murcianos. Y yo subo despacio por las escalinatas sintiéndome observado, tropezando en las piedras donde agarran las raíces de las higueras, mientras oigo a estos chavas nacidos en el Sur hablarse en catalán, y pienso a un mismo tiempo en mi pasado y en su porvenir. Sean ellos sin más preparación que su instinto de vida, más fuertes al fin que el patrón que les paga, y que el salta-taullels que les desprecia: que la ciudad les pertenezca un día. Como les pertenece esta montaña, este despedazado anfiteatro de las nostalgias de una burguesía. Jaime Gil de Biedma (1929-1990)

El ego supremo y la ciencia

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El Yo adorable  (Anti-Pascal) Era un terrible incrédulo. No creía absolutamente en nada salvo en su propio Yo, y en las formas construidas por la mano del hombre. Filosofaba en la madrugada, bien despierto a la luz del intelecto. Sus negaciones adquirían fuerza de inconmovible pesadumbre: dogmas; dogmas propios de incrédulo infalible. Creía en la escritura, en sus palabras de madrugada frente a frente con el Ídolo, con su Soledad, con su Dios, su Yo, Yo, Yo. Paul Valery (1871-1915)

El Guillén fisgón y poético a propósito de la infamia de Sánchez Dragó con sus zorritas japonesas

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Susana y los viejos Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes, se deslizan, escrutan; y apartando la rama alargan sus miradas hasta el lugar del drama: el choque de un desnudo con los sueños de antes. A solas y soñando, ya han sido los amantes posibles inminentes en visión de la dama. Tal desnudez real ahora los inflama, que los viejos se asoman, tímidos estudiantes. ¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial. En su carne se sienten, se afirman juveniles, porque lo son. Susana surge ante su deseo, que conserva un impulso cándido de caudal. Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles. -Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo! Jorge Guillen (1893-1984)

Una vida corta y un gran legado

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La muerte de Lérmontov A los veintisiete años Un orgulloso húsar de la Guardia de Su Majestad Imperial Puede cometer la estupidez más solemne Por un quítame allá esas pajas, y morir por ello. También puede proclamar su lealtad a Pushkin, Ante el conflicto que padece la gloria nacional. Puede aceptar por ello el destierro con gallardía,              Entrar en el paisaje y el alma rusa a su antojo,                            Y templarlos hasta el infinito con su bellísima escritura, Para ser un héroe de nuestro tiempo  Ahora, En este siglo veintiuno, Como lo fue en el anterior y el de más allá.                                                                           Como lo será en el venidero. Y así el húsar venció a la Muerte. Juan M. Pueyo (Esplús, 1953)

Un angel tocado por el malditismo

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Hay restos de mi figura y ladra un perro Hay restos de mi figura y ladra un perro. Me estremece el espejo: la persona, la máscara es ya máscara de nada. Como un yelmo en la noche antigua, como una armadura sin nadie. Así es mi yo, un andrajo al que viste un nombre. Dime ahora, payo, al que llaman España, si ha valido la pena destruirme, bañando con tu inmundo esperma mi figura. Tus ángeles orinan sobre mí. San Pedro y San Rafael en una esquina comentan, mientras avanzo borracho sobre esa piedra, payo, que llaman España. Leopoldo Maria Panero (Madrid, 1948)

Una pequeña parte de la gran novela norteamericana de Mr. Lou Reed

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Mi amigo Jorge Leí en el periódico algo acerca de un hombre muerto con una espada, y eso me hizo pensar en mi amigo Jorge. La gente decía que el hombre era de unos cinco pies seis libras, como Jorge con su bastón de matar. Hey, hermano, qué es lo que se decía acerca de mi amigo Jorge... (estribillo) Yo conocía a Jorge desde los ochos años, y siempre pensé, que fue alguien grande; y cualquier cosa que Jorge hiciese, yo podía hacerla también. Jorge amaba la música, y le gustaba la bronca. Trabajaba cada noche en un gimnasio del centro de la ciudad; cuando terminaba su trabajo, nos poníamos cachondos, y me la empinaba. Después separábamos nuestros labios. Era sólo pura diversión. La siguiente cosa que oí de Jorge, es que tenía ese bastón, y que lo estaba usando, para algo más que dar golpes. Luego lo vi tirado en el bar de Smalley. Estaba con los cables cruzados. Traté de calmarlo. Me vengo de ti mismo, me dijo. Me vengo de ti mismo por humanidad. Me vengo de

Mr. Cohen, la voz judía herida

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Leonard Cohen Goebbels abandona su novela y se afilia al partido Su último poema de amor              se rompió en la bahía, donde rubios personajes blasfemaban, cargando chatarra              en oxidados submarinos. Al sol se sintió sorprendido              al notarse tan carente de deseos como una rueda. Más simple que el dinero se sentó sobre un poco de sal derramada, y se preguntó si volvería a encontrar alguna vez las cicatrices de las farolas úlceras de verja de hierro forjado. Recordaba perfectamente cómo dispuso               el ataque cardíaco de su padre, y cómo dejó a su madre en un pozo con la memoria en blanco por la pérdida de culpabilidad. Precisión bajo el sol: los elevadores               las piezas de hierro dispersaron a cualquiera de vosotros, cuyo dolor hubiera dejado igual que un silbato, que dispersa a un equipo de hombres sudorosos. Preparado para unirse al mundo; sí, sí, dispuesto a casarse, convencido que el dolor es cuest

Tagore, la sofisticación bengalí

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Escuela de Santinikethan, creada por Tagore El último trato Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,   cuando espada en mano llegó el Rey en su carroza.   "¡Me vendo!", grité. El Rey me cogió de la mano y me dijo:   "Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío,   y se volvió sin mí en su carroza. Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía,   y yo vagaba por el callejón retorcido  , cuando un viejo cargado con un saco de oro salió a mi encuentro.   Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."    Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda, y me fui. Anochecía, y el seto del jardín estaba todo en flor.   Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:   "Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció,   y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra. El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.   Un niño est

Isabel Campo, la fuerza del color

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            Textura Textura suave de cálido pecho, selva impenetrable del cerebro, recoveco íntimo                         aletargante. El sol ardiendo idea con idea tejiendo, un cuerpo único blandiendo la suave música de un sí eterno; tejiendo un sutil contacto preconizado al brusco encuentro del nacimiento, hallando textura suave en el movimiento de la energía del pensamiento.                                Isabel Campo Palacio (Barbastro)

Miguel Hernandez, el poeta de la República

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Miguel Hernandez en el frente Nanas de la cebolla (fragmento)  Desperté de ser niño:                                    nunca despiertes.                                    Triste llevo la boca:                                    ríete siempre.                                    Siempre en la cuna                                    defendiendo la risa                                    pluma por pluma.                                    Al octavo mes ríes                                    con cinco azahares.                                    Con cinco diminutas                                    ferocidades.                                    Con cinco dientes                                    como cinco jazmines                                    adolescentes.                                    Frontera de los besos                                    serán mañana,                                    cuando en la dentadura                                    sientas u

La amistad de Góngora y Juan de Tassis, Conde de Villamediana

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La muerte del Conde de Villamediana, de Manuel Castellano - Mentidero de Madrid, decidnos: Quién mató al Conde, no se sabe ni donde se esconde, sin discurso discurrid. -Dicen que le mató el Cid por ser el Conde lozano. ¡Disparate chabacano!. La verdad del caso ha sido que el matador fue Bellido y el impulsor soberano.                              Luís de Góngora El Conde de Villamediana fue asesinado a causa de un virote lanzado a su corazón por un ballestero real, sicario enviado por Felipe IV. Los celos consumían al putanero más grande que ciñó jamás un trono en la testa. Por los mentideros de Madrid (nótese la similitud con la telebasura rosa de hoy día) se rumoreaba insistentemente, con que tenía relaciones con la Reina Isabel de Borbón; y la evidencia para el celoso y ofendido de la supuesta traición la refleja muy bien una jugosa anécdota sobre la escena, y fue además, lo que colmó de manera definitiva la paciencia del Real ánimo. Estaba un día la Reina asomada en

Gamoneda, merecido Premio Cervantes

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Estar en ti Yo no entro en tí, para que te pierdas bajo la fuerza de mi amor. Yo no entro en tí, para perderme en tu existencia ni en la mía. Yo te amo, y actúo en tu corazón, para vivir con tu naturaleza, para lograr que te extiendas en mi vida. Ni tu ni yo. Ni tu ni yo. Ni tus cabellos esparcidos, aunque los ame tanto. Sólo esta oscura compañía. Ahora siento la libertad. Esparce tus cabellos. Esparce tus cabellos.                        Antonio Gamoneda (Oviedo 1931)

¿Por qué debió titular Espriu este poema en inglés?

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Busto de Espriu, de Manuel Cusachs I beg your pardon Cuando el centro del mundo no eres exactamente tú (por más ilusiones que te hagas), si te despertasen en mitad de la noche, no quieras preguntarte por qué vives: distráete, mordiendo la uña de un dedo. Cuando el centro del mundo queda tan lejos de ti, honestamente empiezas a comprender que no eres nadie. Detente un momento, y arréales a las primeras narices un puñetazo. Problemas cada vez más esquivos vienen a turbar tu dulce sueño. Ya sólo te faltaba según qué días descubrir que no eres el centro del mundo. Vecino de Badalona o de Istambul, tanto si eres activo, como si eres un gandul, en este nuestro mundo sin mañana es más difícil que ganes tu pan. No te daré el más mínimo consuelo: un día cualquiera te volaran. Mientras tanto evita algunos trastornos abrochándote bien los pantalones.                                Salvador Espriu (1913-1985) Trad. José Batlló