Sátori en el sofá

Rouco Varela y Paco Clavel

Sátori es un vocablo japonés, que en el budismo zen se utiliza para definir una especie de "iluminación súbita".


"Europa sin vosotros se quedaría prácticamente sin hijos. El futuro moral y biológico de Europa pasa por vosotros", dijo Rouco, lanzando así una idea que comparten muchos de los asistentes a la eucaristía.
Publicado en El País de hoy, a propósito de la manifestación en Madrid del último domingo.


O sea, que para la Iglesia Católica Romana del Papa Ratzinger y el galáico purpurado, quienes somos ateos, agnósticos, ortodoxos, budistas zen, judíos, presbiterianos, amish, mormones, episcopalianos, animistas, sintoístas, hindúes, musulmanes, sikhs, jaínes, parsis, testigos de Jehová, fieles de la Iglesia Adventista del Séptimo Cielo, homosexuales que aspiren tener una familia decente y normal, los que tan sólo cuenten con mil euros mensuales para alimentar a más hijos y el Estado les ofrece la oportunidad de abortar y la aprovechen, y muchísima gente más, incluso podrían añadirse hasta los cristianos de la teología de la liberación de Leonardo Boff, no pintamos nada en el futuro moral y biológico de esta Europa del siglo XXI. Es tremenda la capacidad de exclusión de los actuales jefes de esta organización, aunque con más propiedad, se la debería llamar secta. Ver y escuchar a los príncipes de la Iglesia en sus mítines, es pensar automáticamente, que aún les queda una energía inagotable, infatigable e imbatible. Esa fuerza les debe venir del siglo IV, cuando abortaron las radicales reformas (posiblemente, con asesinato de por medio, un emperadorcidio en toda regla) de Juliano Augusto, pues para ellos era intolerable la libertad religiosa que deseaba Juliano para el Imperio: cómo iban a tolerarlo cuando estaba el juego el poder absoluto que anhelaban, aleccionándolos en consecuencia para las sucesivas centurias que vendrían. Claro, tanto tiempo junto al poder, colaborando, compadreando y haciendo hogueras para quemar a gente molesta para él, dan mucha fuerza y confianza. Me di cuenta el otro día, en la misa del gallo vaticana. Sí, la misma en la que aquella mujer perturbada por un amor desmelenado al Papa Ratzinger, tiró al suelo a casi toda la púrpura curial en pleno; entonces tuvo lugar el sátori, aunque mejor dicho, fue un poco antes, cuando el Papa levantó con sus manos un cáliz de oro, repleto con incrustaciones de brillantes que refulgían con verdadero escándalo, y mi mujer me dijo: "Con lo que vale ese cáliz, nosotros nos jubilamos y nos damos unas cuantas vueltas al mundo". Con resignación, le respondí, pues sí, que era muy cierto.

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