Historia de una almendrera


Esta almendrera joven vive y seguirá viviendo, gracias a uno de esos pequeños grandes milagros que se obran diariamente en medio de la sordina de lo cotidiano. Hoy me apetece mostrar y contar la simple historia de ese árbol, que no tiene nada de extraordinario. 
Luis, mi vecino en el campo, todos los años descosca su cosecha de almendras con la máquina allí en el camino y acostumbra a dejar los cascos en la espuenda junto al sembrado de ordio, y entre ellos, siempre suele queda algún fruto perdido. Hace unos tres años, o así, uno de ellos germinó y sacó un precioso brote, que el buen Luis límpió y cuidó con amoroso mimo. Ahora, aquel tierno brotecillo indefenso se ha transformado en este serio proyecto de vigoroso árbol para el futuro. Y a mi, que casi ni había reparado en su presencia hasta el otro día, verle tan lozano me hizo reflexionar y sonreir muy feliz en mi interior, aunque por encima de todo, me gustó el formidable aspecto invernal desnudo de su ropaje foliar, que tanto resaltaba la lozanía sin par que lucía; sin dudarlo un instante, decidí fotografiar ese pequeño gran milagro de la Naturaleza,... y del Amor.   

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